Capítulo 12

111 16 0
                                    





Todas aquellas decisiones que afecten a la totalidad de la sociedad bruja deben ser ratificadas por el pleno del Consejo, incluso la de declarar el Estado de Guerra, derecho reservado únicamente al General Supremo de los brujos Guerreros.

2º Tratado: Organización, Leyes y Costumbres.

El consenso de todos los brujos.




El lord andaba silenciosamente por el tenebroso pasillo. Ninguna luz le iluminaba el camino, pero no las necesitaba, conocía esos oscuros pasadizos como la palma de su mano. A su lado, a pesar de su tremendo tamaño, una pantera negra, mimetizada perfectamente con la penumbra a excepción de sus brillantes ojos ambarinos, caminaba sin hacer un mísero ruido, ni siquiera al posar sus poderosas zarpas en el suelo. Al lord le gustaba que todas las salas de reuniones estuviesen ocultas y bajo tierra, los paseos que tenía que darse para llegar hasta ellas le permitían pasear tranquilamente, sin el barullo de ninguna muchedumbre agobiándolo. Los dos permanecían callados, enfrascados en sus propios pensamientos, que seguramente fuesen los mismos. Así hasta llegar a una puerta, apenas perceptible en la pared.

De repente, una luz quebrantó la oscuridad del lugar. El lord había iluminado sus ojos de azul, y el colgante que descansaba en su pecho el cuál le otorgaba el título que poseía había hecho lo mismo. La puerta se abrió deslizándose hacia un lado, y tanto el lord como su compañero la atravesaron. Se encontraron en un despacho, amplio y muy organizado. Con varias estanterías llenas de libros, mapas enmarcados puestos por las paredes, un escritorio de madera oscura ocupada simplemente por unos cuantos folios y un par de plumas. Todo allí parecía tener una función específica, nada estaba por puro adorno, a excepción de dos espadas cortas, que colgaban cruzadas en la pared tras el escritorio.

El lord caminó hasta sentarse tras el escritorio, y su pantera le siguió para finalmente tumbarse a sus pies.

—Ya tienes el apoyo que buscabas, jefe, ahora la decisión final depende de ti —le dijo el animal. Su voz era grave, casi parecía más un gruñido constante que una voz.

—Lo sé, Lyon, pero no quiero precipitarme. Puede que solo sea una mala racha en la que los zaahros estén más activos que de costumbre y luego todo vuelva a la normalidad...

—Estos ataques no habían sucedido jamás, y llevan un mes repitiéndose. No creo que ahora por fin que se han organizado vayan a detenerse.

Lyon tenía razón, ya había pasado un mes desde el primer ataque organizado de los zaahros, aquel en el que las dos hermanas Lionheart se habían visto envueltas, y en ese tiempo, se habían seguido produciendo de forma que cada ataque era más violento que el anterior. Como líder de los brujos guerreros, una de sus misiones era mantener a todos los brujos protegidos, y ese mes había fracasado completamente. Por ello había llegado a la conclusión de la que hablaba con su compañero. Mientras meditaba intentando deliberar, llamaron a otra puerta que daba a su despacho, también oculta. Iluminando sus ojos de azul, la abrió y tras ella apareció un brujo de mediana edad vestido con una capa azul.

—Buenos días, mi general —le dijo mientras entraba y depositaba en su mesa varias carpetas.

—¿Más informes? —preguntó Lord Ayrton con la voz cansada.

—Me temo que sí, mi general. —El lord asintió simplemente y se puso a leerlos, indicando al brujo con un gesto de la mano que podía retirarse.

Las Dos Brujas: HermanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora