Entonces el brujo cuya aura era de color rojo como la sangre que recorre nuestro cuerpo encaró al temible ejército. Sin ningún miedo los habló de paz y de amistad. Solo con sus palabras y el brillo de su fuego vital consiguió calmar a todo el batallón enfurecido y detener la guerra. Desde entonces, los brujos con tonalidades rojas en su fuego aprendían el don de la palabra y de la paz, y salvaron miles de vidas.
1er Tratado: Los Orígenes.
Desconocido.
Alexandra cruzó el portal y se encontró delante de un hermoso palacio renacentista. La fachada estaba decorada con cientos de esculturas de tema mitológico, todo en piedra que sorprendentemente se mantenía blanca y brillante a pesar de que los siglos pesaban sobre ella. Las ventanas estaban protegidas por un rejas cuyos barrotes tomaban formas de animales, flores y otros seres que parecían casi imposibles que hubiesen sido forjadas en hierro.
Alex miró al cielo antes de introducirse en el castillo, tenía esa costumbre fruto de la relación con su hermana. La bruja se encontraba en su otra casa, y necesitaba saber que estaba segura, como si fuera una bruja guerrera; en el cielo se podía distinguir una ligera perturbación en el aire justo unos metros por encima del palacio, se trataba de un poderoso hechizo de ilusión: cualquier humano que mirase hacia el edificio vería un montón de ruinas para nada atrayentes. Además a la ilusión había que sumarle otro hechizo de protección, por lo que también actuaba como escudo ante posibles ataques.
Alex se sintió satisfecha con el brillo del escudo y comenzó a andar hacia la entrada principal del palacio. Según se acercaba, tanto las estatuas esculpidas en la pared como las forjadas en el enrejado de las ventanas cobraron vida y miraron amenazantemente a la bruja, algunas incluso se inclinaban hacia delante para poder verla mejor. La chica se plantó delante de todos ellos, hizo una profunda reverencia y habló alto y claro en un idioma desconocido que resonaba a antiguo, tan antiguo como la propia tierra. Las estatuas se miraron primero entre ellas, y luego miraron profundamente a la bruja para seguidamente corresponder a la reverencia que les había hecho ella con inclinaciones de cabeza, aquellas que no tenían cuerpo, y con otra reverencia las que si lo tenían, o al menos tenían cuerpo hasta la cintura.
Según las estatuas recuperaban su rigidez habitual Alex se introdujo en el palacio y dio con un vestíbulo. Al contrario de la fortaleza a la que había acudido Liz, en la cual predominaban la oscuridad y las sombras, en la base del clan de los brujos diplomáticos reinaba la luz y la claridad. Las paredes también del interior del castillo tenían esculturas, y cada cierto tiempo un cuadro en los cuales aunque el ambiente cambiase siempre se repetía una figura: un hombre o mujer envuelto en una brillante capa roja. Lo curioso de todo este arte es que estaba absolutamente vivo: tanto las esculturas de las paredes como las figuras de los cuadros se movían, seguían con la mirada a las decenas de brujos de capa roja que recorrían la estancia, hablaban con el resto de figuras que estaban a sus lados, incluso algunos hablaban con los mismos brujos que se encontraban allí.
—¡Alex! ¡Alexandra! —llamó una chica entre el gentío. Alex se giró buscando a la dueña de esa voz, al cabo de unos segundos la vio acercándose corriendo. Cuando alcanzó a nuestra bruja le dio un corto abrazo, separándose en seguida para poder mirarla a sus ojos castaños.
—Cassandra —dijo Alex con un tono que solo denotaba ternura. Su amiga respondió con una ligera sonrisa. Tenía el pelo liso rubio oscuro, de largo hasta los hombros, sus ojos eran castaños también pero mucho más oscuros que los de Alex, y observaban a ésta sin perder de vista sus alrededores. Su cara era redonda, y sorprendentemente, como todos los brujos de ese lugar, incluyendo a Alex, te invitaba a confiar en ella, a sentarte a mantener una alegre charla con ella durante horas. De piel pálida, labios finos rosados y una nariz recta y corta. De estatura era un poco más baja que Alex. Su ropa se basaba en la capa roja, evidentemente, y un vestido azul muy claro, tirando a grisáceo, de falda amplia larga hasta los pies, donde se asomaban las puntas de sus zapatos azules oscuros, y de manga larga estrecha. Una recatada puntilla decorada el amplio cuello de la prenda y una cinta de tela del mismo color a modo de cinturón la ajustaba a la altura de la cintura. Al ver la mirada de preocupación que destelleaba en los ojos de su amiga, Alex suspiró profundamente—. Ya lo sabes.
ESTÁS LEYENDO
Las Dos Brujas: Hermanas
Fantasy¿Qué pasaría si descubrieras un secreto oculto durante milenios?, que de repente tuvieras que vivir con unos completos desconocidos los cuales ni siquiera son humanos (aunque lo parezcan), que toda tu vida cambiara por estar en el sitio equivocado e...