Aquel lugar estaba gobernado por cientos de puertas que comunicaban con otros mundos. Los brujos de fuegos con colores amarillos se sentían atraídos por ellas, a pesar de que por esas puertas podían surgir todo tipo de seres: tanto buenos, como nacidos de las más terribles pesadillas.
1er Tratado: Los Orígenes.
Desconocido.
Por mucho que diera vueltas en la cama, Liz era incapaz de quedarse dormida. Miraba a las paredes grises y lisas de su cuarto, decoradas únicamente con un cordón de color azul oscuro a modo de cenefa a mitad de altura. Se incorporó entre el simple edredón blanco que la arropaba, tan pomposo que parecía una nube y ella flotaba en medio. En una esquina, delante de un armario empotrado de madera clara estaba la percha donde Orión dormía. El ave descansaba sin ser consciente de la inquietud de su ama. Esa pared se continuaba con una gran ventana con las cortinas cerradas. En la pared contraria al armario, la puerta del baño que estaba abierta, de forma que se colaba la tenue luz de la luna. Esa pared se cortaba dando a un pequeño pasillo que terminaba en la puerta que se abría al exterior. Finalmente, en la pared en frente de la cama de Liz había un escritorio, esta vez de madera tan oscura que con la escasa luz parecía negra; con dos pequeñas estanterías a ambos lados, de la misma madera. Justo encima de este espacio de estudio, colgaba un estoque, con su vaina debajo. El arma tenía un aura reverencial, y a pesar de que apenas ocupaba un pequeño espacio en la gran pared, su presencia la llenaba entera.
Liz miraba intensamente a ese estoque. Un arma fina y elegante, con la empuñadura hecha a base de un intrincado trenzado de barras de metal, de la cual colgaba un pedazo de tela roja, en sus extremos hecha jirones y algo quemada. El único recuerdo que mostraba visiblemente de su madre. Muchas veces, como ahora mismo, lo miraba, como esperando escuchar la dulce voz de Cassia una vez más diciéndole: "Mi pequeña, estoy tan orgullosa de ti". El recuerdo de su madre pareció accionar algo en su interior, y retirando el pomposo edredón, se levantó de la cama.
-¿Mi señora? -La voz de Orión sonó medio adormilada, despertado por el roce de las sábanas de la cama.
-Duerme otra vez, Orión. Volveré en seguida. -Se despidió con una sonrisa para su compañero. Y por segunda vez en esa noche, salió hacia el pasillo infinito.
No tardó en llegar a su destino, solo tuvo que cruzar el pasillo y llamó a la puerta del cuarto de su hermana. Al no obtener respuesta, llamó de nuevo. Esperó otro rato, repitió la acción. A la cuarta vez su hermana abrió la puerta.
-Más te vale que sea im... -comenzó a decir malhumorada, sin abrir demasiado los ojos por culpa del sueño, pero se cortó al ver a su hermana. Su expresión se tornó seria y apartó la vista de sopetón-. Liz, estaba durmiendo.
-Lo sé, pero necesitaba hablar contigo. -Ni ansiedad ni tristeza se intuían en su tono, solo firme determinación.
-Te dije que lo dejáramos para mañana. -Alex no salía de su enfado, y no quería hacerlo.
-No puede esperar. Lo siento, Alex. Tenías razón en todo, soy una cabezota, una insensible, una egocéntrica. Me centré en mis propios problemas y no fui capaz de ver los de los demás. No sé cómo excusarme de todo lo que he hecho, porque no tengo excusa. Pero quería decirte que lo siento. -Hizo una pequeña pausa para estudiar la expresión de su hermana: esta seguía sin dirigirle la mirada, pero estaba escuchando atentamente. Cogiendo aire, continuó hablando-. No pretendo obtener tu perdón con estas palabras, sé que te lo tendré que demostrar y pienso hacerlo. Cambiaré mi actitud, seré más amable con todo el mundo, incluso con Gabe, intentaré...
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Las Dos Brujas: Hermanas
Fantasía¿Qué pasaría si descubrieras un secreto oculto durante milenios?, que de repente tuvieras que vivir con unos completos desconocidos los cuales ni siquiera son humanos (aunque lo parezcan), que toda tu vida cambiara por estar en el sitio equivocado e...