La amenaza.

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Narra Alai:

- Es mi trabajo Pablo ¡Tengo que ir! - le grito enojada. 

- ¡No vas a ir y punto! - él también está gritando.

- ¡No podés pretender que viva encerrada! - ¿Qué espera? ¿Que me quede en casa comiéndome las uñas porque estoy preocupada por él?

Pablo se frota la nuca nervioso - Tengo miedo Alai, no quiero que te pase nada... 

Me acerco y lo abrazo, él rodea mi cintura con sus brazos - no me va a pasar nada amor - le susurro. 

Me mira a los ojos - Si a vos te pasa algo yo no me lo voy a perdonar nunca.

Presiono mis labios en los suyos y lo beso suavemente, él me imita. - Te amo - le digo contra su boca. 

Toma mi rostro entre sus manos y besa mi frente - Te amo hermosa, sos el amor de mi vida. 

- Voy a ir a trabajar igual - le digo sonriendo por lo que me acaba de decir. 

- Sos terca, muy terca - sacude la cabeza. 

- Pero me amás y con eso me conformo - le guiño el ojo. 

- Obvio que te amo y por eso te voy a llevar al trabajo y después te voy a ir a buscar - apoya su frente en la mía.

- No esperaba menos de vos - le digo con una gran sonrisa de satisfacción. 

Subo las escaleras y tomo mi cartera, vuelvo a bajar y beso el hocico de Frutilla - Chau cielo, mami después vuelve - la saludo tiernamente antes de salir. 

Pablo me abre la puerta del auto y lo beso antes de subir. Llegamos a mi oficina en unos minutos. 

- Te amo mi amor - le digo a modo de saludo - cuidate mucho. 

- Vos también - se inclina para besarme - Te amo más. 

Cuando estoy dentro él arranca su auto para irse. Todavía no tengo secretaria así que yo misma reviso las citas del día, el primer paciente llega a las diez así que tengo mucho tiempo para prepararme. Me hago un café y apenas tomo un sorbo cuando se escucha el timbre del consultorio. 

Abro la puerta y veo a un hombre, lleva un jean y una camisa a cuadros. Nunca en mi vida lo había visto. - Hola, buenos días - lo saludo cortés. 

- Buenos días señorita, quisiera saber si usted puede tratarme - me dice con una sonrisa tímida. 

Tengo exactamente una hora antes del primer paciente así que decido hacerlo pasar, ya en mi despacho lo hago sentar frente a mi escritorio. Las primeras consultas no son en el diván ya que primero hay que decidir si tomar el caso o no y analizar las necesidades de cada paciente. 

- Para comenzar necesito que me cuente que es lo que lo decidió a venir a terapia. - le digo gentilmente. 

- Tengo problemas con mi mujer. 

- Yo no hago terapia de pareja - le explico sin dejar de sonreír. 

- Lo sé doctora, pero los problemas son míos no de ella.

- Comencemos entonces - Busco mi libreta y me dispongo a anotar. - ¿Su nombre? 

- Juan Gomez. 

- Muy bien Juan, ¿Cuántos años tiene?

- 45 - me sonríe. 

- ¿Cuántos años en pareja lleva? 

- 10 años. 

- ¿Cómo es la relación? 

- Tranquila, ella es una buena mujer. No tenemos hijos, aunque a ella le hubiera gustado. 

Dime quién soy yo, sin ti a mi lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora