Capitulo 4

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"Y es que ella no es bonita, es algo más. Algo en el brillo de sus ojos, algo en la forma en que sonríe, eso en la forma en que ama. No, ella no es solo bonita, no solo es hermosa. Ella es preciosa y maravillosa en las formas en que a veces la mayoría no sabe apreciar..."

A este capítulo lo he titulado, la vida te sorprende.

Porque ella lo hace.

Ella, como iba a saber alguien que un pronombre personal va a significar tanto, remover tanto, polemizar tanto.

Cuando estas en la escuela, y te los enseñan, simplemente estas aprendiendo. No sabes nada; en lo que respecta a la vida, yo creo, que nadie sabe nada. Ni siquiera un anciano, porque hasta no morir, siempre tienes un mañana, y cada nuevo mañana está lleno de sorpresas. Pero si bien la vida te sorprende a diario, hay sorpresas más grandes, de esas que cambian tu vida.

A Camila le ocurrió, dos veces, hace no demasiado tiempo respecto al tiempo presente de nuestra historia, recién cumplidos sus quince años, uno diría que una edad muy temprana para tener claridad de muchas cosas. Los adultos usualmente, a cualquier decisión que tomes a esa edad, la llaman confusión, error, aprendizaje. ¿Que ellos, a su edad, no cometen errores? ¿Acaso, cada decisión que toman, no están sujetas al resultado del error o el éxito? No hay edad para aprender de un error, no hay confusión en una etapa, siempre será lo mismo, en toda la larga línea de vida.

Un día normal, un día como otros, un día como todos.

Hizo su rutina de las mañanas. Esas que todos tenemos pero usualmente en las historias omitimos o, cuando contamos con exceso detalle clínico, describimos. La rutina es abrir los ojos, ubicarte, dejar que tus pensamientos se aclaren, debatir con la parte de tu mente que pide quedarte un poco más en cama y saber que siempre gana la que sabe que debes levantarte, levantarte o más bien sentarte en la cama, estirar los brazos y quizá bostezar, ir al baño y mirarte en el espejo, bueno, eso no está en la rutina de Camila, pero entrar al baño si, hacer sus necesidades como cualquiera, también, abrir los grifos del agua y dejarlo a una temperatura acorde de acuerdo a lo que sintiese, calor o frio, salir, vestirse, usualmente un jean y una camiseta cualquiera, salir y saludar a su madre quien ya estaría en la cocina, tomar una taza de café, sentarse y esperar el desayuno, desayunar, saludar a papá cuando sale de la habitación, si es que lo hace, salir de casa y caminar hasta el instituto.

Hace dos años, para los que remontamos este capítulo, Camila apenas iba en su segundo año de instituto, apenas iban quince días del nuevo año y se estaba adaptando; aunque ella pensaba que llevaba adaptándose desde el primer día del año anterior, seguía haciéndolo pues aún no lograba sentirse del todo cómoda. Pese a que en su segundo año ya debía conocer gente suficiente para hacer grupos de estudio, de trabajos y en deporte, su personalidad introvertida y más que eso, su poca capacidad para dejar entrar a las personas, había hecho que Camila siguiese muy sola. Sin amistades, muchas veces leemos esto y suele decirse que aunque sea existe la mejor amiga que entiende todo, Camila no tiene esto, ella no tiene a nadie. Pero no lo siente en grande, no le preocupa, no le molesta

Suele caminar con la cabeza en alto, las mejores cosas pueden estar frente a ti y no las ves por estar mirando hacia abajo. Hoy particularmente, no lo hace.

A esto ya hemos hecho referencia, pero hoy en particular, debemos mencionarlo.

Cuando un chico se quedó viendo a Camila desde la distancia, pero como ella iba con la vista agachada, sin fijarse en su entorno, él le dejo pasar y no se acercó. Estas cosas pasan, a diario a veces.

Sin embargo, las segundas oportunidades también existen.

Aquella mañana las clases fueron pasando una a otra sin mayores acontecimientos. Los trabajos empezaron a llegar, Camila no era floja pero tanta tarea la estaba haciendo bufar internamente. Sin embargo había una cosa particularmente curiosa para ella ese día, había un chico, un chico nuevo, ella tenía una excelente memoria para los rostros y recordaba prácticamente a todos con quienes había compartido clase el año anterior, pese a que el instituto albergaba a más estudiantes de los que era capaz de contar en una hora completa. Aquel chico no dejaba de mirarla, de vez en cuando, ella lo notaba. Lo miraba y se sentía extraña, no como una chica siendo atraída por un chico, pensó ella, ¿o tal vez si? No lo sabía, pero no le sonrío, tampoco se ruborizó, solo se mantuvo un poco tensa y se alegró cuando llego la hora del almuerzo.

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