Capitulo 8

1.4K 138 28
                                    

"Éramos más, siempre fuimos más que dos corazones que latían... éramos la sincronización perfecta. Su sonrisa y mis ojos, sus labios y los míos. Ella y yo. Como dos piezas destinadas a esto, vivir juntas, bailar juntas, sonreír juntas."

LPOV

Hay una calidez extrema a mi alrededor, una que no estaba allí por la noche, abro los ojos y lo primero que veo es el fuego crepitante bajo la chimenea, la casa está toda a oscuras y es porque todas las cortinas están cerradas, ya es de día, eso creo. A un lado de donde se suponen están mis pies, en el piso, se encuentra el libro de bioquímica que se supone estaría leyendo por la noche, pero como lo que se supone nunca es realmente lo que es, no lo hice, no estudie en absoluto, me quede dormida tan pronto como leí la primera frase.

Estoy en ese punto en el que apenas estoy coordinando en mi mente lo que se encuentra a mi alrededor, es por eso que tardo un poco más de medio segundo en notar la manta que me cubre hasta los hombros, que no había tomado para mí por la noche, y noto el calor de algo diferente a cualquier objeto inerte a mi lado, apoyada en el lado contrario del sofá, echa un ovillo pero con parte de sus piernas presionadas a mi cuerpo, se encuentra Camila, tan preciosa y serena que duele.

Aprovechando el minuto de silencio mental y la serenidad de las primeras horas de la mañana, me permito apreciarla con calma, repasando mis ojos por cada centímetro de su piel, los hematomas realmente han ido cambiando de color, volviéndose algunos tan morados y horrendos y otros amarillentos al punto de ya casi desaparecer, sé que pronto no estarán allí, como espero que no estén los malos recuerdos. Por un par de minutos me olvido de las cosas que están mal y me centro solo en el hecho de que ella debió haber traído una manta para mí la noche anterior y se ha quedado incómodamente dormida a mi lado.

Me muevo y me agacho a su lado, con cuidado muevo el cabello pegado en su rostro y beso suavemente su mejilla, huele maravillosamente, vuelvo a besarla y veo como mueve su nariz, pero se reacomoda y sigue durmiendo. Casi al instante en que hago esto, siento la opresión de lo ocurrido ayer por la tarde y la noche, bajo sus ojos ahora pacíficamente cerrados, se forman las bolsas producto del llanto que esta vez le he causado yo, maldigo mentalmente por esto sintiéndome miserable por la forma tan absurda en que he reaccionado para ella.

Me levanto, quiero despertarla, abrazarla y pedirle disculpas por mi comportamiento, sin embargo me estiro y decido dejarla dormir, puedo regodearme en la culpa unos minutos más, al menos mientras ella duerme. Voy a la cocina para preparar algo, necesito una taza de café caliente antes de pensar en la universidad y las cosas que se supone debo hacer hoy, y van a pasar. Voy a disculparme con ella, mi reacción ha sido una mierda, aunque eso no cambia nada, se supone que hoy Camila va a trabajar de nuevo, y debemos hablarlo, pero ¿Cómo lo abordo? El problema es mío ¿verdad? Debo dejarla ser, simplemente. Pero me cuesta luchar contra el sentimiento de protección que tengo hacia ella.

Mientras pongo todo en la cafetera para que el café pronto esté listo, pelo y exprimo unas naranjas para hacer zumo, a Camz le gusta bastante, me giro hacia el mesón y me congelo un poco con su imagen recostada al marco de la entrada a la cocina, sobre todo por el hecho de su apariencia soñolienta, antes no la había visto porque estaba cubierta por una sabana, sin embargo ahora la veo, en toda su gloria, enfundada solamente en una camiseta de tirantes... mía y... bragas, maldita sea, intento mirar solo su rostro.

—Buenos días, Camz—digo lo más suave y controlada que puedo.

Ella se mantiene en silencio solo mirándome y frotando sus ojos, esa chica es hermosa y sé que esta cauta pensando en cómo de enfadada puedo estar con ella.

LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora