Capitulo 10

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"Tengo tantos poemas que escribir cada vez que te pienso, que mejor guardo silencio y te siento nadar bajo mis venas, entre la sangre que me entibia el corazón"

He estado viendo lo que hacen hoy día, he estado viendo a todas estas personas, terriblemente obsesionadas con el sexo, el sexo, el sexo, el sexo, una y otra vez, de mil pornográficas formas, el sexo, el sexo, el sexo. Un día escribes sexo, mañana el sexo es libro. ¿Merece ser libro? Libro es una palabra muy grande, para ocuparla solo con sexo. Un libro debe ahogarte, atraparte, matarte lentamente, enamorarte, ilusionarte, llenarte de esperanza y volver a destruirte, con palabras, con escenas de muerte y vida, con amor, con emociones, no con sexo.

Siento una profunda decepción por la especie humana, cada vez que veo más libros, y los libros no son libros sino sexo.

J. K Rowling, John Green, Stephen King, Stephenie Meyer, Veronica Roth. ¿Los has leído? Y aún hay más, los menciono a ellos porque a tu edad y a mi edad, conocemos a la mayoría de ellos. Y ellos te han atrapado, te han obsesionado con amor, muerte y mundos que no nos atrevemos a soñar. ¿Sexo? No les hizo falta. ¿Ves a lo que me refiero?

No tengo nada contra el sexo, nadie debería tenerlo. Pero ¿Cuándo voy a leer? Quiero sufrir mil emociones, todas con palabras, emociones que aprieten mi corazón, no otras partes de mi cuerpo.

Y como las emociones me destruyen, las escribo con intensidad. Como me encanta sufrir leyendo, escribo palabras que me destruyen. Sufro escribiendo tanto como sufro leyendo, porque cuando leo pienso y cuando pienso escribo.

Escribo porque quiero hacerla eterna, escribo porque le quiero y no le tengo y quiero tocarle, escribo porque le toco con palabras, escribo porque le quiero con palabras, escribo porque es la única forma de sentirla cerca y sufrir por ella, con ella.

Escribo para inmortalizarle mi amor.

Ojala y los recuerdos fuesen canciones en un reproductor, que puedes repetir una y otra vez, exactos, recurrentes, los sonidos y los olores, las palabras, las emociones en unos ojos y los sentimientos que esto causa.

Camila quiere repetir los recuerdos del domingo pasado, lo hace antes de dormir, lo hace al despertar. Lo hace porque volver al instituto, empezar el nuevo año, nada tiene buena perspectiva o tan buena perspectiva, si el recuerdo no la acompaña por la mañana, por la tarde y por la noche.

No es una obsesión, o tal vez lo sea. Es difícil de definir cuando no lo vives, de comprender cuando no lo sientes.

Camila no lo entiende, Camz, pequeña y bonita, probablemente aquellas palabras nunca van a borrarse de su mente, porque cada vez que las recuerda, con una nitidez brillante, como el brillo de una ciudad después de una dura tormenta, cada vez que las recuerda, el éxtasis crece en sus venas y la sangre corre y se impulsa y bombea su corazón con fuerza, emoción y vida. Y no lo sabe, no lo entiende, tampoco lo pregunta o lo cuestiona.

Lo siente, es todo lo que puede hacer, en mi opinión, es la mejor forma de existencia. Sentir, permitirse sentir.

Una nueva rutina comenzó aquel año.

Miradas en el pasillo.

Sonrisas bonitas por las mañanas.

Miradas discretas durante el almuerzo.

No habían tenido más tardes de película, ni noches de sábado, no se habían visto más desde aquel día. Pero el momento épico, el momento crucial en que las luces brillan y un día hay oscuridad y al siguiente simplemente hay una luz cegadora, ya había pasado. Nadie lo había visto venir, nadie podría haberlo previsto, pero había pasado.

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