Capitulo 12

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"Eres de esos vicios que da gusto tener, que te dañan el corazón, que no te dejan dormir y te enloquecen la razón"

Miedo.

Magia.

Momentos épicos.

Todo ha sido hablado, mencionado, comentado. En diferentes momentos, lugares y circunstancias, pero a veces, todo está simplemente revuelto y se reduce y resume a lo mismo que atormenta y ataca tus pensamientos una y otra y otra vez, no hay cabida para más nada que lo que amenaza con consumirte, tu consciencia y cada porción de pensamientos.

He pensado sobre esto una y otra vez a lo largo de mi corta vida, me he cuestionado tanto como he pensado que en realidad no estoy mal, luego vuelvo a cuestionarme y luego vuelvo a pensar que en realidad no estoy mal, jugando de un lado y otro cada cierto tiempo y dependiendo de cómo me dejo influenciar por algún medio, sobre todo la sociedad.

Esa no tan corta ni tan larga palabra definitivamente hace la diferencia. Sociedad. ¿En mi opinión? Basura. Lo que nos hace, como nos conduce y corrompe, todo lo que puedo considerar sobre esa palabra es basura. Nunca deberíamos llamarnos personas libres, porque siempre está la sociedad, lo que piensa el colectivo, lo que el conjunto cree que es correcto, para dejar los pensamientos individuales y diferentes como lo que está completamente errado.

Si, adivinaste, adivinaron todo, tengo constante y represivo desencanto para con la sociedad. Quizá porque no nací para ser el típico modelo que se esperan, quizá porque simplemente no puedo conseguir encajar en sus grupos, quizá porque me encanta llevar la contraria, discutir, razonar, o quizá porque sencillamente veo el mundo de forma diferente y me gusta pensar, razonar y analizar, cuestionando la ciencia y la religión por igual y queriendo vivir en un mundo donde nadie sea dueño de la verdad, más que uno mismo. Eso sería libertad.

Para llegar al momento crucial, tendría que hablar de muchos momentos y muchas cosas, de todo lo que paso para llevar a un estado catártico de completo miedo, pero contar cada pequeño detalle, singular momento, sonrisa especial, expresión de cariño, un vistazo a sus ojos, a sus labios, a su piel, el sonido de sus palabras, sus palabras, sería demasiado, tendría que contar una vida y contar una vida consumiría la mía. Aunque eso es un eufemismo, porque mi vida ya ha sido consumida, consumida por ella.

Puedo asegurarte que desde que la vi, supe que quería hablar de ella, expresarme sobre ella, deletrear su sonrisa y el brillo de sus ojos, exclamar el sonido de su risa, hacer comillas al sonido de su respiración golpeando contra mi oído. Desde que la vi supe que ella me iba a hacer diferente, porque me hacía sentir diferente, ver, pensar, reír, inhalar, percibir todo diferente. No, ella no me hizo diferente, yo era diferente, no por ella, sino porque siempre sentí, pensé, vi, reí e inhale diferente, por eso la note a ella, por eso ella aceleró mi ritmo cardiaco, porque no me importaba que fuese un ella. Una vez leí una frase, en alguna historia de esas que se leen a las doce de la madrugada, en la soledad de una habitación fría, ¿desde cuándo nos enamoramos del género? Yo no percibí el género, yo la percibí a ella. A lo que estaba dentro, lo que la hacía hermosa, lo que brillaba en sus ojos, lo que respiraba en su cuello.

Aquella tarde, una de esas tardes en que iba a estudiar en su casa, quizá la excusa más grande, quizá la mentira más gorda, pero una completamente asistida y colaborada.

Eran esas cosas que se daban sin preguntas. Algo que llamarías un acuerdo tácito.

La puerta estaba abierta aquella tarde, así que Camila hizo su camino al interior, extrañada y con el ceño fruncido, mirando alrededor, buscando a Chris o... a ella. Dejó el bolso en el sofá y caminó hacía la cocina, no había nadie, recogió sus pasos, temerosos y tímidos hacía la habitación de paredes verdes, pero tan pronto como empujo un poco la puerta abierta, notó que tampoco ahí había nadie, la puerta del baño estaba abierta, señalando que estaba vacío, al igual que la otra habitación del apartamento, y no había más sitios, más lugares. Volvió a la puerta, miró al pasillo y notó una puerta medio abierta al final, no donde estaba la ventana que daba directo al parque, sino del otro lado.

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