Capítulo 28: Sexy pero charlatán

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Sabía que a pesar de mis amenazas contra Quinn, ella no iba a dar marcha atrás, conociéndola, ella estaba dispuesta a recibir el golpe para darlo aun más fuerte.

De todos modos ya me había mentalizado lo que iba a suceder dentro de unos minutos en la cafetería, y la verdad no estaba tan preocupada como se lo dí a demostrar a Chase, no me molestaba seguir siendo virgen, todo lo contrario seguiría así hasta mi matrimonio (Si es que me digno a escablizarme a alguien por el resto del año hasta que haya infidelidad mutua). Pero hay algo que si me molesta y es dejar ganar a tipo de personas como Quinn. 

Me encontraba sentada en mi mesa con la vista fija en mi libro de Edgar Allan Poe, sumida entre los párrafos del primer cuento, una voz conocida taladra mis oídos, me aparto los auriculares para buscar con la mirada a la rubia dueña de la voz.

Como era de esperarse, se encontraba parada sobre una de las mesas sujetando el altavoz a la altura de sus labios, comenzó a hablar pero cuando iba a pronunciar mi nombre me di cuenta de que había sido tirada al suelo pero sujetada antes de que tocara el pavimento con sus rodillas; el causante de todo se encontraba de espaldas hacia mi, sin previo aviso la acercó hasta él tragándose mutuamente, cuando se separaron el castaño se dio la vuelta mirando a la multitud que aullaba y gritaba de la emoción, mi corazón se detuvo por una fracción de segundo y un picor en mi garganta me hizo imposible tragar, cuando por fin lo hice, me levante de golpe tomando mis cosas con rapidez, no me importó dejar la charola de comida sobre la mesa, solo quería salir de ese lugar tan sofocante.

A mis espaldas logre escuchar a Quinn decir las palabras que menos espere oír, gruño por lo bajo y me coloco mis auriculares subiendo el volumen de la música al máximo nivel. Abro la puerta de un solo empujón y no  me pasa desapercibida la sensación de que alguien mantiene su mirada en mi nuca.

No tuve ganas de entrar a mi siguiente y última clase del día, solo quería ir al pequeño parque donde solía jugar con mi hermano y columpiarme como una niña de cinco años. Otra opción era encerrarme en mi habitación e invernar hasta el próximo año pero descarte esa idea cuando recordé que Hudson estaría allí y lo que menos quería en estos momentos era ver su cara.


Una vez que llego al vedado lleno de arbustos y hojas secas en el suelo, camino hasta el juego infantil y tomo asiento sobre la tabla rodeando las cadenas que me sostienen lejos del suelo. Deslizo mis manos por la tela de mis pantalones para quitar el sudor frío de mis palmas.

No se porque estoy aquí o porque salí de la cafetería como si mi vida dependiera de ello, no me importa Hudson, no me importa lo que haga con su vida ni con quien salga, solo mantenemos una relación de negocios, nos beneficiamos mutuamente, solo eso, nada más que eso.

Supongo que en mi interior, muy en el interior creí que podríamos llegar a tener una especie de amistad, pero por favor que basura estoy diciendo, te desconozco Salvatore.

  —Debes estar muy loca o ser muy masoquista para volver a este lugar.

Me giro con rapidez para fijar los ojos sobre el rostro de aquel chico que me salvo de ser picadillos para perro, observo su rostro con más detalle, pude ver varios tatuajes que iniciaban desde la parte lateral de su cuello bajando hasta la altura de su pecho, tenía expansiones pequeñas en las orejas y una perforación en un extremo de su labio inferior.

El que diga que ese hombre no es sexy se irá directamente al infierno.

Trae puesta una sudadera gris junto con unos pantalones de mezclilla y sin dejar pasar el pasamontañas  color negro que cubre la mayor parte de su cabello.

 —Hay que ser muy loco o muy masoquista para acercarse a la chica que le rompió la nariz a su compañero.

Suelta una carcajada y se propone a tomar asiento en el columpio a mi derecha.

  —Loco ya estoy, pero ¿masoquista?, nunca en la vida—Exclama con una sonrisa.

  —Bueno creo que vas a tener que acostumbrarte a mi presencia por estos lares—Declaro fijando mi vista en un ave que se poso sobre  el pavimento picoteando en busca de alimento.

  —¿Tan rápido te has enamorado de  mí?, generalmente tardan una semana pero tu has roto el récord.

Ladeo mi cabeza para mirarlo y no puedo evitar sonreír ante su expresión de Don Juan.

 —Jamás me he enamorado y dudo que mi primera vez sea de ti—Confieso de manera simple buscando un material rugoso del columpio  para raspar con mis uñas.

El suelta un resoplido y eleva su mano hasta su pecho,—¿Dices que no tengo la capacidad para enamorarte?


De acuerdo, no soy precisamente experta en mantener conversaciones de este nivel, pero...¿soy yo o eso fue un coqueteo?

Asiento con la cabeza,—Si, creo que eso es lo que quiero decir.

  Él suelta una carcajada forzada y se quita la gorra para sacudir su cabello antes de volvérsela a colocar. Se dispone a levantarse y sin decir una sola palabra se gira sobre sus talones caminando de donde vino.

Sin entender del todo su reacción hago una mueca y reúno aire para gritar puesto que ya se encuentra a varios metros de distancia de mí.

  —¡No creí que te afectara tanto lo que te dije nena!—Hago énfasis en la última palabra mirando fijamente su espalda mientras se aleja cada vez más de mí.

  —Mañana aquí a la misma hora.

Frunzo el ceño y me apresuro a gritarle antes de que desaparezca de mi vista.

 —¡¿Qué te hace pensar que voy a estar aquí mañana?!

  Se da la vuelta para mirarme y abre la boca para responder mientras sigue caminando de espaldas—¡Dijiste que tenía que acostumbrarme a tu presencia por estos lares!—Se gira sobre sus talones para volver a caminar e introduce sus manos en los bol...

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  Se da la vuelta para mirarme y abre la boca para responder mientras sigue caminando de espaldas—¡Dijiste que tenía que acostumbrarme a tu presencia por estos lares!—Se gira sobre sus talones para volver a caminar e introduce sus manos en los bolsillos delanteros de sus pantalones.

Bufo incrédula y me abstengo de correr hasta él para ganarle en la extraña y repentina discusión.

Bufo incrédula y me abstengo de correr hasta él para ganarle en la extraña y repentina discusión

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Eso fue...raro

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