Capítulo 37: Nadie los molesta más que yo

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Trago saliva y lentamente hago contacto con su pecho, trazando todas sus líneas marcadas con mis dedos, inclino mi cuerpo hasta estar a centímetros de distancia de sus labios queriendo obtener el valor para dar el primer paso, sin poder moverme más de lo que debo, Chase me toma de las mejillas con ambas manos obligándome a hacer contacto con ellos. Su manera de robarme el aire es tan veloz y a falta de crudeza que mis sentidos parecen haberse reiniciado provocando que todo el pavor y vergüenza de la situación se esfumaran siendo reemplazados por deseo y desesperación.

Sus caderas suben rozando su pelvis con la parte baja de mi abdomen, me aferro a su rostro deslizando mis manos por su nuca y subiéndolas hasta los mechones de cabello peinados hacia arriba haciendo caricias en forma de círculos imaginarios.

Gime contra mi boca antes de clavar sus manos en mis caderas provocando que me fundiera más contra su cuerpo.

Sus manos viajan de mis caderas hasta la tela de mi suéter y mis sentidos se ponen alerta nuevamente, al querer detenerlo un sonido proveniente de la habitación de Bridget nos sobresalta, me aparto rápidamente aclarando mi garganta y peinando un poco mi cabello antes de caminar a paso apresurado.

Al entrar a la habitación oigo los gemidos casi lloriqueos de Tamara provenientes del baño, al abrir la puerta mis ojos viajan inmediatamente a las cortadas de sus manos, subo la vista para verla con los ojos llorosos y las mejillas rosadas.

Corro hasta ella y mis ojos viajan de sus manos, al suelo cubierto de trozos de vidrio para terminar en el espejo roto del botiquín de pastillas de la pared.

La miro a los ojos y ella se encoje en su sitio mirando sus manos.

  —¡¿Que fue lo que paso?! 

Traga saliva y sorbe su nariz con rapidez—F-fue un accidente.

Hago una mueca anonadada—Solo dime que fue lo que paso Tamara.

Trato de que mi voz no suene tan autoritaria a la hora de pronunciar las palabras pero me doy cuenta de que fallo cuando su cuerpo se estremece.

  Las lágrimas brotan de sus ojos consecutivamente y comienza a lloriquear con más fuerza—Yo...solo quería alcanzar las pastillas que toma mamá.

Frunzo el ceño—¿Cuales pastillas?—Murmuro.

Tose debido a la inhalación de flema producido por las lágrimas y me mira con temor—Las de la caja rosada.

Miro la caja de orlistal y xenical colocada en uno de los estantes del botiquín y miro horrorizada a Tamara.

  —¡¿Estas loca?!, esas pastillas tienen fórmulas de las que eres alérgica. ¡¿Tienes idea de lo que hubiera pasado si las ingerías?, estarías muerta!

Se parte a llorar y baja la cabeza, su rostro es tapado por una cortina de cabello e inmediatamente me siento como la mierda por haberle dicho eso.

Suelto una bocanada de aire y saco tres bolas  de algodón y alcohol de los estantes colocandolos en el tocador, la tomo de la cintura colocandola sobre el mismo dejando sus pies moviéndose involuntariamente en el aire.

Abre los ojos horrorizada cuando mojo el algodón con el alcohol farmacéutico acercándolo a sus manos.

 —No—Susurra protegiendo sus manos detrás de su espalda.

  —¿Que ocurrió?

Ladeo mi cabeza para mirar a Chase en el marco de la puerta viendo la escena desconcertado.

 —Ocurrió un accidente, ¿puedes ayudarme con esto?

Lanzo una rápida mirada a Tamara esperando por él.

Camina hasta ella analizándola con la mirada.

  —¿Puedo ver tus manos?

Niega con la cabeza frunciendo el ceño.

 —Si lo haces mañana te daré una sorpresa.

Entrecierra los ojos—¿Como se que no estas mintiendo?

Levanta su mano a la altura de su pecho—Porque es una palabra de honor.

Parece pensarlo un poco antes de extender sus brazos al frente.

Suspiro y tomo el algodón limpiando con leves golpes la palma de su mano derecha.

Suelta un chillido e intenta zafarse del agarre firme de mis manos en el dorso de la suya. Soplo un poco para aliviar el ardor momentáneo y vuelvo a repetir la acción con la otra. Envuelvo las palmas con unas gasas estériles y luego lo cubro con una venda compresiva.

Al terminar de curar las heridas, Chase se dirige a la cocina para buscar la escoba y el recogedor de basura.

  —Perdón por haberte gritado, estaba asustada—Susurro colocando todo lo usado en su lugar.    

Limpia su nariz con el dorso de su mano—Perdón por haber roto el espejo de mamá.

  —¿Por qué querías esas pastillas?

Alza sus cejas presionando sus labios para evitar sollozar.

 —Prometo no decírselo a Bridget.

Traga saliva mirando sus pies—Escuche a mamá decir que son para ser más delgada y linda, creí que si las tomaba ya no me molestarían en la escuela.

Inexplicablemente la ira recorrió mis venas

  —¿Quienes te molestan? 

  —Las niñas, dicen que soy un niño y que no merezco juntarme con ellas en el recreo. Creo que es porque solo hablo con los amigos de Nick.

Suspiro frustrada y recapitulo lo que voy a decir, se que me odiaré luego de esto.

Sujeto sus brazos y la miro a los ojos—Tú eres amable, eres inteligente y eres importante. No escuches a esas personas que solo sonríen al verte llorar, y...¿te cuento un secreto?—Me inclino hacia ella para susurrarle en el oído.

  —Te molestan porque ellas quieren ser iguales a ti.

 Sus ojos se iluminan.

  —¿ De verdad?

Asiento con la cabeza.

Sus brazos se extienden alrededor de mi cuello tomándome desprevenida, insegura de que hacer, la rodeo en mis brazos oprimiendo con todas mis fuerzas la sonrisa estúpida que está a punto de salir.

  —Creí que nos odiabas. 

Me separo de ella volviendo a mi expresión neutral —Oye, nadie los molesta más que yo. 


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