047 - Steve Rogers

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Empezaste la comida como siempre solías hacerlo: Calentabas el agua de la cacerola mientras cogías el resto de ingredientes para la comida (verduras en su mayoría).

La pasta se encontraba en el estante más alto. Te pusiste de puntillas para intentar alcanzarlo, pero como siempre antes, no lo conseguiste. Te iba a girar para coger una silla y así poder la pasta. A veces odiabas tu baja estatura. Antes de que pudieras girarte un brazo mucho más largo y musculoso que el tuyo alcanzó la pasta y te la pasó. Te diste media vuelta para encarar a Steve.

Tuviste que levantar la mirada porque, caray, había crecido tres cabezas desde que entró a la guerra. Todavía no te acostumbrabas a su nuevo físico. Te pasó el sobre de pasta con su misma sonrisa (gracias a dios que no había cambiado. Era lo que más amabas de él). Te quedaste bastante tiempo mirando su torso porque, hacía menos de dos meses Steve era delgaducho y bajito (más que tú) y ahora era lo opuesto.

- Gracias – susurraste.

- De nada – él también susurró pero no se apartó de ti. Steve sabía perfectamente que te ocurría algo desde que llegó de la guerra.

Gracias a dios, la guerra había acabado. Hitler había muerto y Steve había regresado sano y salvo. Volvió mucho más sano que cuando se fue a la guerra. Bucky, su mejor amigo, no lo logró.

Tenías miedo de que, como ahora Steve era el supersoldado, se lo llevarían de tu lado para hacer más pruebas o incluso investigar con él. También un aparte irracional te decía que este no era tu Steve, tu verdadero Steve.

- ¿Qué ocurre? – preguntó cuando no respondiste, se agachó para acercarse a ti.

- ¿Dónde está mi Steve? – le sonreíste. – Devuélveme a mi Steve debilucho.

Steve sonrió. Colocó sus brazos a cada lado de tu cuerpo, en la encimera detrás de ti.

- Sigue estando aquí. Solo que el envoltorio cambió.

- Pues prefiero el otro envoltorio – le dijiste, mirándole a los ojos.

- Ah, ¿sí? – dijo, acercándose más. Tuviste que levantar más la mirada para poder enfocarla en los ojos de Steve.

- Sí – respondiste con seguridad (aunque estabas empezando a temblar por su cercanía). – Incluso te han cambiado el peinado.

Dejaste el sobre de pasta en la encimera detrás de ti para posar tus manos en su pelo, y colocárselo como siempre lo había tenido.

- Me dijeron que no me quedaba bien – habló Steve mientras le recolocabas el pelo.

- Pues mentían – respondiste. Cuando te quedaste satisfecha con su pelo, volviste a colocar tus manos a tus costados. – Ahora estás mejor.

Steve asintió, mientras sonreía.

- ¿En serio no te ocurre nada? – preguntó para asegurarse.

- Es raro, ¿sabes?

- Dímelo a mí – te interrumpió.

- Tal vez solo deba acostumbrarme a que ya no eres el mismo. Físicamente.

Steve te besó la mejilla para después alejarse de ti. Se apoyó en el marco de la puerta y te dejó seguir haciendo la comida.

Cogiste el sobre de pasta, lo abriste con unas tijeras y echaste lo que llevaba en la cacerola. Mientras eso se cocía, empezaste a trocear el tomate (que sería la salsa).

- ¿Y ahora que harás? – le preguntaste sin dejar de mirar lo que estabas haciendo.

- Seguiré pintando y vendiendo los cuadros. – se encogió de hombros.

- Ahora sirves para más Steve – le recordaste. – ¿No te dijeron que te quedaras en el ejército?

- Sí, lo hicieron. Pero me negué a permanecer allí, estando tú aquí.

Sonreíste, agradecida.

Sentiste como sus brazos rodeaban tu cintura y apoyaba su cabeza en tu cuello.

- Quiero tener una vida normal a partir de ahora.

- Quieres tener una vida normal pero tienes el suero del supersoldado – te reíste.

- Solo soy un chico de Brooklyn – sonrió en tu cuello.

Imaginas Marvel #MEAs2016 #MEAs2k16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora