114 - Bucky Barnes

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Atención: Es el Bucky de los Años 40.

- ¿Una mujer en la guerra? ¿Desde cuándo es esto? – habló alguien riéndose a tus espaldas. Dejaste tu bolsa de viaje en el banco para darte media vuelta y ver quién habló.

- ¿Qué ocurre? ¿Acaso cree que soy menos que tú por ser mujer? Pues esta mujer va a la guerra al igual que tú, machote – le sonreíste falsamente.

El hombre estaba muy repeinado y tenía una sonrisa bastante estúpida en la cara.

Recogiste tu bolsa y seguiste caminando. En menos de veinte minutos iríais, tú junto con cientos de soldados a la frontera de Alemania y Francia, a combatir.

Cuando pasaste por su lado, te agarró del brazo.

- Ya sé. ¿Serás el entretenimiento de todos nosotros? Aunque una sola para cientos no lo veo factible.

Te reíste mientras sacudías su mano de tu brazo. Y después, con la mano que no sujetaba la bolsa, le pegaste un puñetazo en la nariz, haciendo que sangrara.

- Vuelve a decirlo, y te castro – dijiste entre dientes mientras te alejabas de aquel hombre. Bueno, ni merecía ser llamado así.

Caminaste por todo el pasillo hasta la salida, hacia el avión.

- Me caes bien – dijo otro hombre, caminando a la par que tú. Te giraste para ver quién era ahora. – No te andas con estupideces.

- Creo que la guerra es mucho más seria que eso.

- Sargento Barnes. Pero tú puedes llamarme James – sacó la mano para que la estrecharas. Con desconfianza, estrechaste su mano.

- Camila para ti – te presentaste.

Bucky te sonrió mientras ambos salías al aeropuerto. Ambos entrasteis en el gran avión y os sentasteis en unos asientos.

-

Te habías enterado de toda la vida de Bucky. Era el tipo de hico que podría haber sido perfectamente un matón pero que decidió hacerse amigo de un débil (su mejor amigo, Steve creías recordar). Era bastante hablador (y no sabía cuándo callarse) pero te cayó bien. Hubo varios intentos de ligoteo pero, después desistió en la tarea.

Os llevaron hasta un campamento, con un edificio abandonado (donde dormiríais de aquí en adelante). Inmediatamente empezasteis a

Vuestra primera misión fue al día siguiente. Había una supuesta base nazi a poco más de un kilómetro. Iríais casi todos. Menos los coroneles y los dirigentes.

- Camila – te llamó Bucky. - ¿Tú también irás?

- Sí, estoy en tu misma división, ¿recuerdas? – le respondiste. Él asintió, encantado.

- Genial. Me gustaría verte en batalla. Sería sexy.

- ¿Sexy? – dijiste atónita.

- Estaría bien tener una pareja que ha ido a la guerra – dijo mirando a la nada. Parecía que se lo estaba imaginando.

Negaste con la cabeza.

La misión empezó bien. Todos (y aunque lo quisieras negar, tú también) pensaban que esta pequeña base de los nazis no sería nada. Que no habría mucha gente y aún menos que estuvieran protegidos con buenas armas. La misión no solo fue un desastre, sino que os tomaron como rehenes a todos. Las armas que los nazis poseían parecían sacadas de los cuentos o de la ciencia ficción.

Os distribuyeron en celdas grandísimas, seguramente para albergar a decenas de judíos. En ningún momento te separaste de Bucky. Ni en el campo de batalla ni cuando os prepararon una emboscada ni cuando os metieron en las celdas.

La mayoría de soldados perdieron la fe de salir vivos de esta. Tú no habías perdido la fe, tampoco Bucky. Pero que no podíais salir de las celdas era una realidad. Bucky y tú os sentasteis, con la espalda apoyada en la pared. Tenías las piernas recogidas, con las rodillas en tu pecho y tus brazos rodeando tus piernas.

Había que admitir que estabas muerta de miedo. Bajaste la mirada al suelo. Entre tu cuerpo y el de Bucky había un poco de espacio. Su mano estaba apoyada en el suelo. Sujetaste su mano y le diste un apretón. Bucky despertó de sus pensamientos y te miró con una sonrisa débil. Después te devolvió el apretón.

Permanecisteis en silencio, se podía oír al resto hablar. La calma que se había generado (dentro de lo que cabía, claro) se destruyó cuando los guardias entraron y empezaron a llevarse a gente. Esos hombres nunca regresaron.

- No les mires a la cara – te susurraba Bucky mirando al suelo. Tú apretaste su mano mientras intentabas no quitar la mirada del suelo.

Hacía quince minutos que no había aparecido ningún guardia. Ahora, había otro inspeccionando todas las celdas, buscando a alguien en concreto.

Sin querer, le clavaste las uñas a Bucky cuando oíste como la puerta de vuestra celda se abría. De un momento a otro, Bucky fue levantado del suelo pero tú no le soltaste la mano. Uno de los guardias te pegó con una porra, pero no soltaste.

- ¡No! ¡No, por favor! – suplicabas a voces.

Bucky mantenía la mandíbula apretada, mientras le sujetaban por las axilas.

Te levantaste a duras penas y, antes de que se lo llevaran de tu lado, le dejaste un beso en los labios; uno de despedida.

Imaginas Marvel #MEAs2016 #MEAs2k16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora