Capítulo 15

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En el desayuno papá no me ha dirigido la palabra, no me ha despertado con su beso hoy en la mañana y tampoco me ha mirado. Quiero solucionar las cosas, pero intentar hablar con él es en vano. No será tan sencillo, lo sé.

Miro los números del tablero del ascensor y paso mi dedo por el botón número nueve. El piso del jefe, como dirían todos, el piso de papá, el hombre que más amo en mi vida, diría yo. Tengo que hacerlo. Oprimo el botón, me voy al fondo de la caja metálica y miro como todos los sujetos de traje y maletines hablan entre ellos y me aplastan. Estoy nerviosa, lo admito, y lo peor de todo es que llevo vestido, un hermoso vestido ajustado hasta mi cintura de color crema y acampanado el parte de abajo con detalles en negro. Mi padre enloquecerá y mucho más si le digo que almorzaré con Michael. No quiero imaginarlo...

Por otro lado está Max... No tengo buenos recuerdos del piso seis ni de ese pasillo, no sé si podré verlo sin golpearlo y luego... luego está Alex. No sabe que tendré una cita y cuando lo sepa todo será aún más caótico.

El ascensor se detiene en varios pisos y me deja en el piso de papá. Camino con mis tacones haciendo ruido por el suelo de cerámica, mi cabello se mueve de un lado al otro y trato de sentirme segura, pero solo son apariencias, por dentro estoy aterrada.

—Kya —dice Amanda con una amplia sonrisa. Doy un brinco hacia su dirección y sonrío levemente. Estoy más que asustada—. ¿Buscas al señor Eggers?

—Si —respondo—, ¿Está en su oficina?

—Claro, ahora te anuncio. Le dará gusto verte.

—No, no me anuncies —digo rápidamente—. Le daré una sorpresa.

—Está bien. Pasa, entonces.

Sonrío de nuevo, elevo la barbilla, enderezo mis hombros, suelto un suspiro y camino hacia la puerta. La golpeo levemente y cuando oigo su voz, avanzo. Él al verme parece sorprendido, lo tomé con la guardia baja, pero de inmediato cambia su postura y me mira con indiferencia.

—¿Podemos hablar? —pregunto acercándome a su escritorio. Él deja los papeles que tiene en sus manos sobre el escritorio, acomoda sus anteojos e inspecciona mi atuendo. El ceño fruncido me dice que no le gusta que vista así, que use tacones y que esté maquillada, pero no lo sé, no me importa.

—Estoy ocupado —responde volviendo a hacer lo que hacía—, ¿Qué necesitas?

Pongo los ojos en blanco y me cruzo de brazos.

—Vine a decirte que iré a almorzar con él —murmuro poniendo esos ojitos que a papá lo debilitan, pero no funciona. No me ha mirado siquiera.

—¿Quieres que te aplauda?

—¡Papá!—chillo molesta—. Solo quiero que me digas algo. ¡Deja de fingir que no te importa! ¡Quiero tu aprobación! ¡Solo iremos a almorzar!

—Tengo mucho por hacer, Kya. Vete —ordena sin siquiera mirarme.

Mis ojos se llenan de lágrimas, pero me niego, me niego rotundamente a llorar por esto.

—Está bien, papá —digo en dirección a la puerta—, me voy a marchar, pero espero que te des cuenta de lo que haces. Me alejaré de ti y será tu culpa. No mía.

Cierro la puerta con un estruendo y oigo como grita mi nombre al otro lado. Camino por el pasillo mientras que algunos oficinistas se voltean a mirarme. Me meto en el ascensor de nuevo y oprimo el botón seis. Papá lo ha arruinado y enviaré a la puta mierda a Max y a Alex si tratan de hacer lo mismo. Estoy completamente molesta.

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora