Capítulo 35

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Han pasado varias semanas, la primavera se fue y el verano comenzó. Los resultados de mis exámenes finales están en algún lugar del caber espacio, y yo esperando a que lleguen a mí. No he dejado de revisar mi correo electrónico ni una sola hora del día, pero aún no hay nada. Mi primer año de universidad fue demasiado calmado para mi vida alocada, todos me decían que no tendría vida después de la Universidad, pero para mí, de alguna u otra manera fue todo lo contrario.

Mi vida se calmó bastante.

Desde esa noche con Blake sentí que me convertí en una persona diferente, me siento diferente.

Salí con él la mayoría del tiempo, mis padres creen, en realidad, ya aseguran que tengo un romance con él, pero con mis cambios también llegaron los suyos. Papá es diferente, y no sé si es por Blake, pero ya no se comporta como papá... Creo que fui muy dura con él muchas veces y dije cosas que no debí decir, pero todo pasó como si nunca hubiese pasado en realidad. Todo sigue normal. Ya no me siento la princesa en la cajita de cristal, pero tampoco me siento cómoda siendo lo que soy ahora. Hay cosas que extraño, y no me atrevo a decírselo.

Volviendo a Blake... Bueno, él y yo salimos, tuvimos sexo muchas veces y caminamos por todo el centro comercial tomados de la mano como si fuésemos algo más, pero no sé qué somos en realidad.

Me olvidé de Max y de Mike por completo y le juré a mi madre que acabaría con todos los finales, pero le juré que lo haría sólo por el trato que tuvimos.

Barcelona. Mis padres me dejarán pasar todo el verano en Barcelona si ya no les doy dolores de cabeza, y quiero eso. Es por eso que jamás mencioné lo del baile, e incluso falté a algunas de mis presentaciones. Ya no quiero más problemas.

Cuando acabe el verano volveré a Londres y hablaré, diré todo y me atendré a las consecuencias, pero ahora, ahora mi mente está en ese viaje mágico, para mi sola, sin mamá, ni papá. Para poder hacer lo que se me antoje, para olvidar todo lo que guardé en un baúl dentro de mi cabeza, todas esas emociones que a veces parecen convertirse en una pesadilla por las noches.

Necesito desconectarme de absolutamente todo y mi tío Lucas me ayudará con eso.

—¡Kya, baja a desayunar! —grita mi madre desde las escaleras. Me muevo en mi cama un par de veces y quito los mechones de pelo de mi cara.

Es temprano, pero ya no hay Universidad y mi madre y yo tenemos un trato. Me despierto para el desayuno, saludo a mi padre y cuando todos se van puedo seguir durmiendo. Tuve semanas agotadoras, todo era estudiar y estudiar. Salvar materias en menos de dos semanas nunca fue lo mío, pero cuando aprobé la primera vez, no perdí las esperanzas. Papá estuvo ahí ayudándome un montón de veces, mamá a veces me preparaba café a altas horas de la noche, besaba mi frente y se iba, y Simon me dejaba un sándwich al lado de mis apuntes y la computadora. Todos fueron pacientes conmigo incluso sabiendo que no merecía tanto cariño.

Siento que fui muy egoísta todo este tiempo, y quiero cambiar eso. Quiero arreglar todo con papá a pesar de que nunca tocamos el tema.

—¡Kya! —grita mi madre de nuevo.

—¡Ya voy, mamá! —respondo poniéndome de pie. Corro al baño, me lavo la cara y bajo las escaleras con prisa.

Huele a café... ¿Café? ¿En el desayuno?

Frunzo el ceño y oigo algunas voces en la cocina, bajo el ritmo a mi caminata y al reconocer ese acento inconfundible mis ojos se abren de par en par y creo que voy a desmayarme en este instante.

Mi cuerpo se mueve y en menos de un segundo estoy en la puerta de la cocina.

—¡Oh, por Dios! ¡No puede ser! —chillo con desesperación. Corro en su dirección y él con una sonrisa me abre sus brazos de par en par.

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora