Extra. Max

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Miro a Mia y tomo coraje para decírselo, pero no estoy seguro de esto. Es una completa mierda.

—Necesito que me enseñes a ser...

No, no puedo decir esa palabra, es ridícula, sonará ridícula y ella se morirá de la risa. Me siento como un imbécil.

—Quieres ser... —dice ella, expectante.

—Quiero invitar a Kya a cenar mañana, quiero... quiero que me enseñes a comportarme...

Mia me mira por unos segundos, muerde su labio inferior y después estalla en risas. Son esas malditas risas que tanto detesto de ella y que me alteran.

—¿Qué...? No puedes hablar en serio.

Pongo los ojos en blanco y suelto otro suspiro.

—¿Vas a hacerlo sí o no?

—Llévala a comer pizza, y ya, Max.

—No —digo rápidamente—. Ella adora todo ese tipo de cosas románticas y cursis y quiero intentarlo.

—Envíale flores. Es más fácil.

—No, Mia. La llevaré al Ritz, necesito que me ayudes...

—¿Vas a pagar un fortuna solo porque quieres intentarlo?

—Sí.

Mia se encoje de hombros.

—Bien, pero debes dejar que me mate de risa en tu cara.

Pongo los ojos en blanco de nuevo.

—Solo hazlo, ¿Sí?

—Bien...

Mia se pone de pie, deja el pedazo de pizza encima de su plato y acomoda su camiseta.

—Yo seré Kya, y vamos a suponer que estás entrando al Ritz.

Asiento.

—Kya es toda cursi, pero siempre se viste elegante y sabe usar todos los cubiertos de la mesa.

—Eso ya lo sé.

Ahora ella pone los ojos en blanco.

—No es tan difícil Max, sólo tienes que tratarla bien, hacer que se sienta a gusto, correrle la silla cuando se siente, dejar que ella escoja el vino, abrirle la puerta del coche y esas cosas...

Mia me enumera miles de cosas y me explica cómo debo hacerlo, pero en mi cabeza no entra tanta información. Hay tantos detalles, tantas formas de hacerlo... Yo no soy así, y apuesto mi gimnasio a que olvidaré todo lo que Mia acaba de decirme hasta que llegue esa cena.

—Y lo más importante... Tienes que ir a recogerla a su casa.

—¿Qué? —pregunto atónito. No había pensado en eso.

—Claro. Es como la regla de oro.

Niego con la cabeza rápidamente. Esa no es una buena idea y todos lo saben.

—Ella tiene coche, seguramente irá hasta el Ritz, nos veremos ahí y...

—Tienes que dejar de ser un idiota y demostrarle que de verdad te interesa hacer las cosas bien.

—¿Y qué tiene que ver su familia en esto? Si la voy a buscar, Eggers...

—Demuéstrale a su padre y a quien sea que no eres tan imbécil como todos creen, Max. Ármate de valor, saluda a su madre y a su padre y súbela a tu auto. ¡Que se jodan!

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora