Son las seis de la mañana, apenas hay una leve luz que se filtra por mis cortinas y ya oigo los tacones de mamá por el pasillo. Apago la alarma de mi celular y me cubro la cabeza con el edredón de colores. No quiero despertar, no quiero ir a ningún lado, solo quiero dormir.
La puerta de mi habitación se abre, como siempre es mamá. Ella se sienta al borde de la cama y oigo una risita.
—Ya es de día, hija —dice dulcemente moviéndome un poco—. Tu padre no va a esperarte toda la mañana.
—No quiero ir —me quejo—, no iré, quiero dormir un poco más...
—Vamos, cielo. Tu padre ha estado muy emocionado desde ayer —asegura—. Fuimos a beber algo al bar del centro y de lo único que habló es de que tú lo acompañarías a la oficina.
Suelto un suspiro y me descubro la cara. Miro a mamá y frunzo el ceño.
—¿En serio?
—En serio —asegura moviendo una de sus suaves manos por mi pelo.
Mamá luce tan hermosa como siempre, pero hoy lleva pantalones de vestir de esos tiro alto que le quedan estupendos y una de esas camisas que combinan con todo. Se ve radiante y el labial rojo hace resultar aún más su inmensa sonrisa.
—Vamos, sé qué es temprano, pero él te llevará a desayunar y luego irán a la empresa.
—Pero, mamá...
—Te prestaré alguna falda y tacones si quieres —me dice.
Eso hace que me despierte de inmediato. Que mamá acceda a prestarme alguno de sus zapatos es algo que no sucede muy a menudo. Compartimos alguna que otra prenda y accesorios, pero jamás los zapatos, y los de ella son hermosos. Mucho más que los míos. Cuando voy de compras siempre me ayudan a escoger todo acorde a mi edad. Puedo usar tacones del tamaño que quiera, pero cuando veo algo que podría usarlo una mujer adulta y madura a mis padres no les convence demasiado.
Y lo entiendo. No quieren que deje de ser su princesa y por eso les hago caso.
—Vamos, date un baño —me pide—. Buscaré algo para que te veas profesional.
Corro hacia el baño, abro la ducha y dejo que la habitación se infeste de vapor, me cepillo los dientes y luego me meto debajo de la ducha. Cierro los ojos y trato de relajarme.
Pienso en Max. Veré a Max en la empresa, voy a cruzarme con él en algún momento y no sé cómo podré reaccionar.
Ese hombre me está volviendo loca. Hace que me sienta confusa y aún más niña de lo que ya soy. Quiero demostrarle que puedo comportarme como una mujer madura. Cumpliré diecinueve un unos pocos días, ya no soy una niña.
Termino de secar mi cabello, observo todos los conjuntos de ropa interior que tengo en los cajones de mi tienda individual, un poco más pequeña que la de mamá, y frunzo el ceño. Todo es de algodón, en colores rosados o verdes, blancos y celestes. No hay nada negro que se vea sexy y...
¿Por qué quiero tener ropa interior sexy? ¿Por Max?
Olvidarlo, Maillenne.
No sucederá nada de lo que mi mente me dice, no será el cuentito de oficina. Tengo que alejarme de él y de su mal carácter.
Pero... De todas formas no podré verme bien con estas cosas de niña.
Me envuelvo bien en la bata rosa y corro a la habitación de mamá. Ella no está por la zona y cuando entro a su inmenso armario veo a papá de espaldas a mí, abotonándose la camisa.
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KYA - Deborah Hirt ©
Romance¿Por qué "Kya"? Porque no hay un título que pueda describir todo este gran desastre, mi vida, mi historia, mis errores... Tengo un trabajo de medio tiempo, la Universidad, el Ballet, mi secreto, chicos, problemas, papá y... Miedo, mucho miedo... Per...