Capítulo 23

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—Llegas tarde —dice Max mirándome fijamente—, y por lo que veo, acompañada —murmura de mala manera y posa su mirada en Mike.

No sé qué decir, estoy sorprendida de nuevo. Anonadada.

—¿Qué le pasó a Margaret? —pregunto con la voz rasposa.

—Tuvo un problema. No había nadie más para remplazarla.

—¿Y por eso estás aquí? —pregunto cruzándome de brazos, completamente a la defensiva.

—¿Él es tu entrenador? —cuestiona Mike con el ceño fruncido. La verdad, no sé qué demonios responder.

—Claro que no. —Miro a Max de la peor manera. No me esperaba esto.

—Por la siguiente hora y media sí.

—¿Cómo estás, Pearson? —Saluda Mike tendiendo su mano, pero Max sólo lo mira y no responde. Se ve realmente molesto, duro. De hielo.

—Empieza a calentar tus músculos —ordena Max mirando el reloj que tiene en su muñeca.

—Te esperaré ahí, princesa —informa Mike, señalando la banca al otro lado de la fuente. Le entrego mi bolso deportivo y sonrío. Noto como Max está observando cada movimiento, y ahora que lo pienso, esto puede ser muy divertido.

—Te pediré que me alcances la botella de agua —murmuro con una mirada coqueta. No sé qué hago, pero quiero ver qué pasa.

—Cuando quieras.

—¿Ya acabaron? —interviene Maxwell—. Es una clase particular, Scott, la necesito concentrada, EN MI, en mis instrucciones, en lo que le pido. No la distraigas.

—Max... —lo reto por lo bajo ante la dureza de sus palabras. Ahora tiene esa mirada asesina y me descoloca una vez más.

—Ahora, Kya —responde él volviendo a mirar tu reloj.

Mike se sienta en la banca, está ahí, de traje, mirándome una y otra vez. Yo comienzo a estirar mis piernas, mis brazos, respiro profundamente... Hago lo que haría si tuviese que bailar lo que sea. Max está mirándome también, pero de una manera diferente, no es ni dulce ni tierno como Mike.

Y la verdad es que me siento incómoda, muy incómoda.

—Bueno... creo que ya estoy caliente —murmuro, y noto que dije algo que no debí decir. Max me mira y sonríe sínicamente.

—Seguro que lo estás.

—Trata de camuflar tus celos, Pearson. No quiero que Mike lo note —digo por lo bajo. Max y yo estamos cerca y Mike al otro lado, no puede oírnos, pero ahora no me ve porque hace algo con su celular.

—Jamás tendría celos de Scott, Kya. Quítate eso de la cabeza.

Me muerdo la lengua para no responder y siento como algo oprime mi pecho. Odio verlo así de insensible, odio ver ese hielo en sus ojos, odio que no me dé ni una sola demostración de al menos un mínimo cariño.

—Max...

—Concéntrate.

—¿Por qué estás aquí realmente? —pregunto, mirándolo fijamente. Ahora quiero saberlo, necesito que me diga que me quiere, necesito oírlo, es una necesidad, algo que no se va de mi cabeza.

—Esto no es por ti, Kya. Entiéndelo. Soy profesional, estoy remplazando a alguien. No quiero que creas otra cosa.

—Aún no quiero creer lo que me dices...

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora