Max. Extra

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—Puta mierda... —comenta Milan, mirando su patio trasero. Hay varios tipos armando cientos de cosas en diferentes lugares y todo parece un caos.

—¿Todo esto por una fiesta?

—Prepárate para ver a mi patio convertirse en el mismísimo jodido infierno el día de hoy.

Oírlo decir eso me hace reír levemente.

—¿Quieres hacer algo? Pensé que podríamos salir a correr.

—¿Quieres salir a correr porque yo lo necesito o porque tú lo necesitas?

Suelto un suspiro y lo miro. No puedo engañarlo. Somos iguales.

—Necesito salir de aquí, mi cabeza está por estallar con todo esto.

—¿Y ella?

—En mi habitación... —respondo por lo bajo—. Durmió conmigo, pero... pero eso es todo.

—Desde que llegaste no te vi relajado no una sola jodida vez, Max. Eso es un problema.

Otro suspiro y por fin lo miro, pero no digo nada.

—Voy a cambiarme. Podemos salir a correr por el barrio, y ahí me lo cuentas.

—Bien, aquí te espero.

—Ah, Max —dice antes de cruzar la puerta—. Ve a la cocina y llévale algo, se tierno con ella, nadie te está viendo, idiota.

Milan se va, yo me quedo unos minutos viendo el patio trasero, observando cómo arman una cancha de fútbol con arena y todo. La rubia mayor parece ser buena con esto de las fiestas, pero sí, Milan tiene razón, esto será el mismísimo infierno, y no quiero a Kya aquí de ninguna manera.

Kya... Mierda... ¡Qué estúpido!

Tengo que dejar de comportarme como un estúpido.

Entro a la cocina, tomo la bandeja de madera y luego me rio de mí mismo. Esto es patético, me hace sentir patético, yo no hago estas cosas...

—¿Qué demonios estoy haciendo?

Suelto la bandeja encima de la mesada, doy un par de pasos hacia la salida, pero me detengo de nuevo. Tengo que hacerlo. No, no tengo que hacerlo.

—¿Y ahora qué te pasa? —Una de las gemelas, creo que es la gemela buena, entra a la cocina. La verdad las distingo por la ropa que usan. Esta está bastante normal, short y camiseta , y eso me hace pensar que es la buena.

—¿Eres Liz, cierto?

Ella siente con la cabeza y abre el refrigerador.

—¿Que pensarías si algún tipo te lleva el desayuno a la cama?

Ella se voltea a verme con una lata de coca cola en la mano.

—Pensaría que es muy tierno...

—Oh, genial. Yo amo esa palabra —comento con desdén.

—No seas estúpido. Al llevarle el desayuno no estás pidiéndole que se case contigo, y ella tampoco pensará eso. Creerá que eres muy dulce...

Oírla decir eso no me gusta. Yo no soy dulce, ni tierno, ni lindo, ni nada. Soy un maldito idiota.

—Además... ¿Cómo te sentirías tú si ella te despertara con el desayuno en la cama? No sé, piénsalo.

Ella se va y yo me quedo solo, pero al notarlo, tengo una tonta sonrisa en mi cara. Kya por las mañanas debe de ser adorable. Me encanta la manera en la que se hace bolita para dormir, como su nariz se mueve cuando respira, me quedo como idiota viendo esas ojeras que tiene, que a veces son azules y otras veces algo verdosas... Y me gusta... me gusta ver cuando abre los ojos para verme y después sigue durmiendo como si nada...

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora