Max. Extra

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Subo con cuidado por las escaleras y no aparto de mi vista la bandeja. Está cargada con comida y sólo espero poder liberar una de mis manos para tocar su puerta. Admito que estoy nervioso, ella logra desconcentrarme por completo. Yo jamás haría esto por nadie.

Llego a su puerta, miro la bandeja una vez más y luego suelto un suspiro, busco la manera de tocar sin que nada se me caiga al suelo, pero antes de moverme la puerta se abre y ella casi choca conmigo. Al ver que soy yo sus ojos se abren de par en par, está realmente sorprendida y yo también.

—¿Podemos hablar? —pregunto ante el maldito silencio que se forma.

Ella balbucea y luego nota la bandeja que tengo entre manos. Puedo ver sorpresa en su expresión y eso me gusta. Necesito que esa Kya dulce y comprensiva regrese al menos por un rato.

—¿Y eso?

Miro la bandeja y me encojo de hombros.

—Supuse que debes tener hambre, así que...

—¿Y crees que voy a comer todo eso? —me pregunta cruzándose de brazos, y eso no es bueno.

—Yo aún no cené.

—Ah.

Ella sigue parada ahí en medio de la puerta y no me gusta para nada su actitud. Me molesta tener que rogar tanto, pero... fui un idiota y tengo que hacerlo.

—¿Vas a dejarme pasar?

Ella vuelve a mirar la bandeja y luego a mí. Esos increíbles ojos azules se ven llenos de frialdad, y sé que yo causé eso.

—Vas a tener que darme tu pedazo de pastel.

Sonrío ampliamente y noto como algo invade mi pecho, algo así como el alivio. Ella se hace a un lado y yo paso con cuidado a su habitación. Camino hasta su balcón y no dudo ni un segundo en dejarlo todo en la mesita de vidrio que tiene tres sillas y una estúpida plata.

—¿Qué te parece si cenamos aquí? —le pregunto acomodando todo en la mesa.

Ella no responde y eso hace que me voltee a verla.

Mierda.

Está cruzada de brazos de nuevo y me mira de mala manera.

—¿A qué estás jugando?

Suelto un suspiro y cierro los ojos.

—Kya, por favor, no empieces con eso.

—Responde mi pregunta.

—¿Podemos sentarnos y cenar en paz? No vine a pelear, entiéndelo.

—¿Qué quieres? —vuelve a preguntar y yo comienzo a desesperar me.

—Bien, voy a proponerte una cosa, ¿sí?

Ella sigue mirándome y espera a que yo hable, pero francamente esa maldita actitud acaba de arruinar mi momento.

—Vine para hablar contigo sobre nosotros, sobre por qué estoy aquí y... Lo único que quiero es que dejes esa actitud y me escuches.

—¡Planeaste todo esto con mi tío! ¡Es que no puedo creerlo! ¿En Londres, dónde creen todos que estás?

Paso las manos por mi pelo y suspiro de nuevo. Esto no va a ser fácil.

—Siéntate a la mesa y te lo diré.

—A mí no me das órdenes —replica con mala cara.

Siento que la ira me invade y quiero romper algo, pero eso tampoco funcionaria.

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora