Mamá termina de acomodar mi cabello y se retira para que pueda verme en el espejo. Me gusta lo que veo, no puedo negarlo, me veo realmente hermosa y me siento hermosa.
—Te ves hermosa —asegura ella acomodando un mechón de mi pelo hacia un lado—. No estés nerviosa —me pide en un susurro, pero enseñándome esa sonrisa increíble.
—No puedo no estar nerviosa —le digo—, papá y Alex...
—No te preocupes por tu padre. Él y yo tenemos un trato.
—¿Qué clase de trato? —indago con el ceño fruncido, pero ella solo me sonríe y niega levemente con la cabeza.
Acabo de imaginarlo todo.
—Y tu hermano sabe comportarse. No hará nada malo, cielo.
Suelto un suspiro y paso mis manos por mi vestido negro. Es hermoso, un perfecto regalo de mamá. Es jueves, han pasado casi tres semanas desde esa magnífica y casi catastrófica noche en Le Grand, tres semanas de locos.
Mike y yo somos algo, definitivamente. Todo empezó esa noche en su coche, con unos cuantos besos y algunos toqueteos que nos dejaron completamente excitados a ambos.
Nos enviamos cientos de mensajes por día, me quedé hablando con él sobe tonterías hasta las tres de la mañana más de seis veces, fuimos al cine, a cenar, él me vio en mis clases de ballet con las niñas del orfanato, yo lo fui a visitar a la empresa dos veces y tuvimos salidas al parque para correr. Hicimos cientos de cosas y cada una de ellas fueron hermosas. Pero lo más hermoso fue verlo ahí en Le Grand todas esas veces en las que bailé, siempre sonriente, orgulloso, sorprendido e incluso algo celoso algunas veces, pero comportándose como un hombre y haciéndome sentir como una princesa.
Admito que él tuvo que cancelar dos de nuestras salidas por causa de Diana, pero aunque me molesté al principio supe que tenía que entenderlo, que si empezaba algo con él sería así. Y jamás dejaría que ese problema arruinara todo lo bueno.
Almorcé con Mike el lunes y hoy, hoy es la noche, hoy es la cena en la que voy a presentarlo de manera formal a mi familia, y estoy aterrada. Demasiado aterrada. Lo nuestro va en serio lo sé, pero... creo que esto es solo para apresurar las cosas. Necesito que mi padre me dé su aprobación, quiero una relación real, quiero poder salir con él sin tener que sentirme como una niñita a la cual su padre va a regañar cuando regrese a casa. Solo quiero que papá me apoye en esto. Sé que si lo supero podré decirle todo lo del baile, podré hacer mi vida justo y como la quiero y todo será diferente.
—Disfruta de la velada. Prometo que haré lo imposible por controlar a tu padre y a Alex, ¿de acuerdo? —asiento levemente con la cabeza y después ella besa mi frente—. Te amo —susurra con una media sonrisa. Está tratando de darme ánimos y es mamá, siempre logra todo lo que se propone, debo admitir que me siento mejor.
Minutos más tarde bajo las escaleras sintiéndome completamente insegura. El abuelo me regala su mejor sonrisa, mientras que me acerco a saludarlo. Recibo su abrazo y su beso en la frente.
—Ya era hora de que sucediera —me dice en un murmuro—. Parece que es un buen muchacho —dice con una sonrisa.
—Lo es —digo de la misma manera.
—Vamos, no estés nerviosa. Tu padre está encerrado en su despacho, pero si hablas con él, tal vez funcione.
Asiento levemente con la cabeza y sonrío a medias.
—Gracias, abuelo.
Camino en dirección al despacho de papá y siento como me tambaleo con estos tacones. No soy todo lo que quiero ser. Esto es una completa locura. Quiero ser adulta, pero seguir siendo la niña de papá y sé que eso cambiará si hago esto. Siento que voy a perderlo, siento que estoy dejando muchas cosas atrás, no quiero crecer y debo hacerlo. Estoy muy confundida.
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KYA - Deborah Hirt ©
Romantizm¿Por qué "Kya"? Porque no hay un título que pueda describir todo este gran desastre, mi vida, mi historia, mis errores... Tengo un trabajo de medio tiempo, la Universidad, el Ballet, mi secreto, chicos, problemas, papá y... Miedo, mucho miedo... Per...