Capítulo 3

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No puedo mover la boca por varios segundos. Estoy paralizada. Él sigue viéndome y creo que voy a morir.

—¿La música te ha dejado sorda? —pregunta de manera burlona, mientras que me enseña una sonrisa de triunfo.

Estoy acorralada. Esto se acabó.

—¿Que estás haciendo aquí? —logro preguntar sin salir de mi asombro.

Esa maldita sonrisa sigue en su rostro y comienzo a desesperarme. Esto no está bien, él no debe estar aquí, no en este lugar y mucho menos en este pasillo.

Estoy perdida.

—¿Que estás haciendo aquí?—logro preguntar de nuevo, pero esta vez parezco más segura que antes—. Este es un lugar para...

—¿Un lugar para bailarines? —pregunta, cruzándose de brazos delante de mí. Trata de parecer superior a mí o a cualquier otra persona, pero no lo logrará conmigo. No en un momento como este.

—Sí —respondo colocando ambas manos en mi cintura—. Es un lugar para bailarines y tú no bailas. Vete.

Se ríe de mí y vuelve a posar su mirada sobre mi cuerpo. Tengo que ocultar todo lo avergonzada que me siento en este momento porque puedo sentir como sus ojos traspasan toda la poca tela que me cubre, me siento completamente desnuda.

—Deja de mirarme —logro decir. Mi voz suena suplicante, pero no sé cómo actuar.

—Al parecer tú y yo tenemos un secreto ahora —Descruza sus brazos.

No estoy dispuesta a seguir con esta estupidez. Me doy la vuelta para seguir mi camino al vestidor, pero él es más rápido, me toma del brazo y hace que voltee hacia su dirección y golpee mi cuerpo con el suyo. No puedo negar que miles de sentimientos resurgen. Fue el primer chico del que me enamoré. Tenía trece años, era una niña pequeña, pero ahora... Ahora ya no soy una niña y sigo sintiendo ese extraño frío en el pecho y ese absurdo cosquilleo en el vientre.

—¿Qué quieres?

—Tendrás que comprar mi silencio —murmura mostrándome esa arrogante sonrisa de nuevo. Lo miro con odio y me zafo de su agarre.

—No voy a acostarme contigo —digo rápidamente, y luego de comprender lo que acabo de decir solo quiero desaparecer.

Deja escapar otra sonrisa y comienza a reír. Me sonrojo, me cruzo de brazos y trato de no comenzar a llorar, pero no podré hacerlo. Me ha descubierto y se lo dirá a mis padres.

—¡Kya! —grita Simon a unos metros de mí. Me volteo a verlo y sonrío a medias al ver que él está sonriendo. Siempre que acabo una presentación viene a felicitarle, pero esta noche no...—, has estado estupen... —Su voz se apaga de inmediato cuando ve a Max y seguramente también ha visto mis ojos llorosos—. Oh, mierda.

—Creo que ustedes dos tienen mucho que explicarme —dice en tono de superioridad.

—¿Que estás haciendo aquí? —Pregunta Simon colocándose delante de mí como todo un hermano sobre protector—. ¿Nos seguiste? ¿Qué quieres?

—Quiero una explicación —responde secamente—. Te quiero a ti, vestida decentemente en diez minutos —dice señalándome—, y a ti te quiero aquí hasta que ella acabe de vestirse—le ordena a Simon, y eso me llena de furia.

—No puedes darnos órdenes, Maxwell —espeto mirándolo con odio.

Lo odio por ser como es, lo odio por haberme descubierto y lo odio por hacerme sentir todo esto.

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora