Capítulo 34

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Abro los ojos y lo primero que noto son los rizos negros de Blake sobre la almohada. Me muevo un poco y trato de quitar su brazo de mí, pero no lo consigo.

—No vas a escapar —murmura con la voz adormilada. Lo miro de nuevo y suelto una risita. Tiene que ser una broma.

—¡Tienes que soltarme! —me quejo entre risas. Jugamos unos cuantos segundos, él besa mi mejilla y finalmente abre sus ojos. Me siento extraña cuando lo miro. Sé que esto no fue una buena idea—. ¿Por qué me miras así? —murmuro estirando la sábana para cubrir mis senos.

—¿Cómo te miro? —indaga con una media sonrisa.

Balbuceo, pero nada se cruza por mi cabeza.

—No lo sé, pero no es lo mismo de antes —aseguro.

—No, no es lo mismo que antes, Kya —repite tomando un mechón de mi pelo entre sus dedos.

—En serio, te comportas extraño —me quejo.

—¿Cómo te sientes? —pregunta. Sé que lo hace para no seguir hablando del tema, pero es mejor, yo tampoco sabía a dónde íbamos a parar si continuábamos con eso. No tengo nada claro en la cabeza y aún no he llegado a casa. Sé que la guerra se avecina.

Me pongo de costado, apoyo mi cabeza en mi mano y él hace lo mismo.

—Estoy bien.

—¿Te duele algo?

—Dm... me duelen las piernas —comento con una sonrisa coqueta.

—Oh, bueno. Quiere decir que lo hice bien, entonces.

Me río de nuevo y asiento con la cabeza.

—¿Y yo qué? ¿Aprobé la lección?

Blake se acerca a mis labios, cierro los ojos, pero en vez de dejar que me bese en la boca, corro mi cara y él besa mi mejilla.

—Quiero acompañarte al médico. Sé que ese tipo de cosas se hacen y de verdad quiero llevarte. Creo que es necesario y...

—Iré al médico para asegurarme que todo está bien, pero no te sientas culpable. No necesito que vayas.

—Quiero ir —insiste.

—Está bien —digo finalmente. Ya no quiero hablar sobre esto.

—¿Solo eso?—pregunta con el ceño fruncido.

—Sí —susurro—. Tengo que regresar a casa y no sé qué sucederá —balbuceo. Mi voz tiembla y comienzo a sentir nervios. Es la hora de enfrentarme a lo que debe suceder. Tengo que hablar con papá...

—Tus padres saben que estás aquí —me informa. Frunzo el ceño y él toma su celular de la mesita de noche—. Le envié un mensaje a Simon cundo... ya sabes... Luego de que te quedaras dormida.

Miro los mensajes que le envió a Simon y me siento aliviada. Mis padres no están tan enojados conmigo y eso es bueno. Yo no tengo la culpa de lo que sucedió anoche, yo no fui la que hizo todo ese desastre, y Mike... Papá tiene la culpa. Ahora ya no soy su niñita.

—¿Cómo es posible que tu madre no haya entrado a tu habitación a jalarnos las orejas, aún? —pregunto mirando la hora en una esquina de la pantalla. Blake se ríe levemente y besa mi mejilla.

—Tengo un hermano inteligente y un padre muy buena onda. Mamá no consiguió llegar a las escaleras. Mi padre sabe cómo hacerlo.

Nos miramos unos segundos. Ya no hay sonrisas, ni palabras y vuelvo a sentirme extraña.

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora