Capítulo 39

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Detengo el coche en una de las calles más alejadas a la playa y Max me mira con confusión. Hemos recorrido gran parte de la ciudad en coche, los lugares más importantes de algunos barrios cercanos, pero yo quiero playa y por eso lo traje a este lugar.

—¿Dónde estamos? —pregunta quitándose el cinturón. Yo tomo mi bolso de tela y me bajo del vehículo.

—Barceloneta —le digo con una amplia sonrisa—, es uno de mis lugares favoritos en todo Barcelona. Es un barrio marino con cientos de cosas que ver.

—Bien —responde cuando activo la alarma del convertible y guardo las llaves en mi bolso—. ¿Hacia dónde vamos?

—Bueno, Barceloneta tiene una forma triangular, tenemos agua de los dos lados —señalo el lado derecho con el brazo, y él mira—. De aquel lado está el puerto, bastante lindo, muchos barcos y yates, esas cosas. Y de aquel lado —señalo el lado izquierdo con la otra mano —. Hay un poco más de ciudad y luego solo playa. Estamos justo en medio.

—¿Y a dónde quieres ir tú? —Que me pregunté eso me hace sonreír.

—De aquel lado —comento señalando el lado izquierdo donde está la playa.

—Iremos a la playa, entonces.

—Bien.

Comienzo a caminar por la acera y voy observando los edificios que nos rodean. Barcelona tiene esa magia que no sé cómo explicar.

—¿Qué quieres hacer? —pregunta mientras que caminamos unas cuantas cuadras y yo le saco fotos con mi celular a las cosas que me gustan para mandárselas a mamá.

—Yo caminaré un poco, me gusta este sol, este lugar, no hay tanto ruido y se siente de maravilla.

Él camina a mi lado, con las manos en los bolsillos de sus pantalones cortos y parece pensativo.

—Es extraño estar aquí —comenta por lo bajo. Yo trato de fingir que nada sucede, admito que me siento algo incómoda, y muero porque él tome mi mano, pero estoy segura que eso no va a pasar.

—Una vez que veas todo lo que hay, te enamorarás de Barcelona.

—No lo sé, no creo que eso sea mi estilo —comenta con desdén.

Yo me detengo un segundo a mirarlo y después acomodo mi bolso.

—¿Qué no es tu estilo? ¿Enamorarte o Barcelona?

Sé que no debo preguntar eso, pero muero por hacerlo. Necesito que él me diga lo que sea que tenga que decir. Por más que en el fondo me duela.

—Ambas.

—Ah.

Sigo caminando mientras que miro el suelo y noto que me está mirando a mí.

—¿Qué?

—¿Por qué te cambiaste de ropa?

Tengo un vestido rojo con flores, me maquillé un poco, combiné todo con sandalias bajas y mi cabello tiene algunos rizos en las puntas.

—Quería verme bien. No iba a salir así como estaba.

—Pero te dije que te veías hermosa con lo que traías.

Sonrío levemente y enmarco mis cejas.

—¿De verdad vamos a pelear por esto ahora?

Él me mira, lo tomo por sorpresa, pero por fin lo veo sonreír desde que salimos de la villa de tío Lucas, y eso me alivia. Ya no quiero este ambiente tenso. Él es así, yo tendré que hacer todo el esfuerzo para que funcione, pero de todas formas quiero intentarlo.

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora