Capítulo 8

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Comienzo a despertar. No quiero abrir los ojos, pero ese cosquilleo en mi mejilla me obliga a hacerlo. Hago una mueca y mi cuerpo se activa. Hay un cuerpo duro, trabajado y caliente junto al mío. Tengo mis piernas enredadas con las suyas y mis senos descansan en su pecho. Me rodea con uno de sus brazos y... Por Dios...

—Buenos días —susurra él acariciando mi nariz con la suya. Abro los ojos de par en par sin poder creer que esto de verdad está sucediendo. Dormí con él, estoy casi desnuda entre sus brazos y ya no estamos en el sillón. Estamos en su habitación, en su cama.

—¿Cómo vine a parar aquí? —pregunto con un hilo de voz. Aún no estoy del todo despierta y veo el rostro de Max algo borroso. Él sonríe y acaricia mi mentón, lo mira fijamente y deposita un leve beso en él, como el que le di antes de quedarme dormida.

—Tienes el sueño pesado —asegura—. Te traje cuando te dormiste. Son las nueve, ¿quieres desayunar?

Parpadeo un par de veces y abro los ojos. Esto no es un sueño y ahora me siento completamente confundida.

—¿Por qué te comportas así? —murmuro. Él se mueve rápidamente y se coloca encima de mí, haciendo fuerza con sus brazos para no aplastarme del todo. Siento muchas cosas fuera de lugar y me veo obligada a cerrar mis ojos por un momento.

—¿Así cómo? —pregunta acariciando mi cuello con la punta de su nariz—. ¿Cómo me comporto?

—¿Eres bipolar? Me tratas mal y luego me tratas bien... —me explico lo mejor que puedo—, me ordenas que me duerma en tu sillón y a los pocos minutos estás durmiendo conmigo. No sé si pueda soportar más de eso, Max.

Él suelta un suspiro y vuelve a acariciarme. Puedo ver que no es el Max de siempre. Está de buen humor, lo noto en su mirada y en la forma en la que me acaricia.

—Tú me vuelves inestable, Kya —asegura, diciéndome cada palabra con dulzura, como si no quisiera herirme—. Tú me confundes y me haces cometer locuras... Esto está mal...

—Lo sé —respondo con la voz entrecortada.

—Está mal, pero aun así ambos sabemos que es lo correcto.

—¿Entonces por qué no sucedió nada hace unas horas?

Max suelta otro suspiro, cierra los ojos y me acaricia la mejilla una vez más. Sus labios se posan en mi cuello y comienza a esparcir leves besitos por toda mi piel. Es una sensación extraña y hermosa. Esos besos inocentes comienzan a tomar más intensidad, todo se vuelve mucho más apasionado. La temperatura de mi piel va en ascenso. Cierro los ojos aún más fuerte y acaricio su espalda con una de mis manos. Leves jadeos se escapan de mi boca, este hombre está volviéndome adicta con una mínima dosis de besos.

—Max... —logro decir con la boca seca.

Él no se detiene, recorre mi cuerpo con una de sus manos mientras que con su boca acaricia y besa mi cuello, mis hombros, y comienza a descender hacia mis pechos. No podré detenerlo. No estoy lista, pero no haré nada para frenar esto que está sucediendo.

Es una locura.

—Me gustan... —murmura, mirando fijamente mis pechos.

Se arrodilla en la cama de manera que mi cuerpo está debajo de él, toma mis senos entre sus manos y los aprieta levemente. Me hace jadear, cierro los ojos con todas mis fuerzas y trato de normalizar mi respiración, pero no puedo. El tacto de su piel tocando mis senos es increíble. Su dedo pulgar juguetea con mis pezones que están completamente duros y... No puedo pensar.

—Son perfectos... —asegura con esa voz sensual y excitante que hace que pierda la cabeza.

—Pruébalos—le digo sin poder detener mis palabras. Ya lo he dicho y lo dije porque es lo que más deseo.

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora