Max. Extra

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Termino de servir la comida en el plato y al voltearme la veo ahí, completamente concentrada en su teléfono celular. Se ve adorable, distraída y malditamente hermosa.

No puedo dejar de verla como idiota, no puedo dejar de recordar todas esas risas y esos besos que le robé durante toda la tarde. Siento que me comporto como un imbécil, algo tonto, pero me gusta.

Oír su risa es lo mejor que me puede pasar.

—¿Ya acabaste? —pregunta ella cuando deja su celular sobre la mesada. Muero por saber con quién halaba, a quien le sonreía, pero no. Sé que eso no está bien, al menos no ahora.

—Sí, ya está listo —respondo colocando el plato delante de ella.

Kya lo observa.

—Se ve bien —comenta con esa sonrisa de niña y los ojos brillosos, desde ese primer beso, esos impresionantes ojos azules que me vuelven loco.

—Tomo el tenedor, atrapo un poco de pasta con salsa y se lo doy para que lo pruebe.

Ella abre la boca y lo único que logro hacer es ver cómo se mueve. Mi mente se llena de imágenes y recuerdos... Tengo un nudo en la garganta y quiero tomarla en brazos y llevarla a esa cama para hacerle de todo.

—Oh, está rico —dice con una sonrisa. Me distraje con todo lo que estaba pensando, no la miré como quería hacerlo, y ahora ella me toma por sorpresa e interrumpe mis pensamientos.

—Eh Bueno... ¿te gusta?

—Está muy rico. Me gusta —Toma el tenedor de mis manos y comienza a comer. Me siento como un imbécil, esto me resulta extraño, pero también agradable. Ella está completamente dispuesta a arriesgarse con todo esto, conmigo... Y de verdad que no quiero arruinarlo.

—¿Y qué hay de ti? —pregunto cuándo tomo mi plato y me siento delante de ella—, ¿te gusta cocinar?

Ella niega levemente con la cabeza y me sonríe.

—Soy un desastre en la cocina. Simón hace todo, yo sólo preparo postres.

Es agradable estar así, el ambiente se siente cálido, estoy a gusto y me encanta escuchar las tonterías que dice.

Kya me da paz. Esa maldita paz que tanto necesito en mi vida. Es raro, no me agrada del todo, pero estoy dispuesto a acostumbrarme. Al menos por estos días.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Oírla decir eso me toma por sorpresa, eso significa que va a ser curiosa y la verdad es que no me gusta eso. No quiero darle explicaciones de nada y tampoco pensar. Solo quiero estar así hasta el sábado. Como lo estuvimos todo el día de hoy.

Suelto un suspiro y asiento levemente con la cabeza. Ella solo me mira, esos increíbles ojos azules están inspeccionándome, el típico análisis que hacen las mujeres, ese maldito análisis que solo las confunde aún más porque no se atreven a decir lo que en realidad piensan o suponen.

—Mía... ¿ella es algo así como tú... como tu amiga con derecho a sexo?

Oírla decir eso me hace soltar una risita. Kya no tiene idea.

—Mía es muchas cosas, Kya —respondo bebiendo un poco de agua. Ella toma esa maldita lata de coca cola y bebe un gran sorbo. Ahora la puse nerviosa, pero lo que ella en realidad no sabe que el que se está muriendo de nervios soy yo.

—Pero, ¿tienes sexo con ella?

—¿Para qué quieres saber eso? —pregunto con mal humor.

—Solo responde.

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora