5. Peligro

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Mientras veía la espalda de Ethan salir de nuestro campo de visión, mi sonrisa de incredulidad no se despegó de mi rostro. Aún no podía creer lo que Hunter le había dicho y, aunque solo hubiera sido una frase, debo admitir que aquel insulto me había pillado por sorpresa. El chico me resultaba cada vez más interesante y, desde luego, con eso había ganado muchos puntos a su favor.

-Bueno, cuéntame algo sobre ti, Phoenix-me dijo Hunter.

Estábamos sentados en una mesa junto a la ventana, con asientos acolchados y dos helados frente a nosotros. Intenté reprimir una sonrisa, sin éxito.

-Lo primero, no me llamo Phoenix. Es solo un apodo.

La expresión de Hunter pasó de sorpresa a alivio.

-Menos mal. Porque sería un nombre horrible-bromeó-. Entonces, ¿cómo te llamas?

-Kayla McAllister. Encantada.

Sonreí y tomé una cucharada de mi helado de turrón.

-¿Por qué te llama todo el mundo Phoenix, entonces? ¿Y por qué no me lo habías dicho antes?-inquirió él, comiendo de su enorme helado de chocolate.

Decidí evitar la primera pregunta con una mentira piadosa; no era algo de lo que quisiera hablar nada más conocernos.

-No lo sé, es solo un apodo. No te lo dije para divertirme un poco-admití, con una sonrisa divertida.

Las cejas de Hunter se alzaron con incredulidad fingida, y sus eléctricos ojos recorrieron mi rostro antes de decir:

-¿Ah, sí? Pues se me ocurren otras formas de diversión muy...

-¿Cómo va todo por aquí, chicos?-le interrumpió un camarero de expresión amable.

El chico llegó a tiempo para verme toser y atragantarme con el helado, imaginando todas las posibles maneras de terminar la frase de Hunter, cuyos ojos no se separaban de los míos. Levemente, le di una patada en la pierna acompañada de una mirada de advertencia para que no dijera más cosas que pudieran matarme de vergüenza.

-Bien, gracias-conseguí decir para que el camarero se fuera de nuevo. Cuando nos quedamos solos otra vez, me arrepentí de haber ahuyentado a aquel chico tan rápido, no hacerlo habría significado unos segundos de alivio en los que la intensa mirada de Hunter no me estaría devorando.

Los licántropos sentimos cuando alguien es nuestro compañero. Es una sensación difícil de explicar, pero era muy poco probable que sintiéramos lo mismo con dos personas. Lo que sentía yo en ese momento era un vínculo muy fuerte, debo admitirlo, pero no estaba dispuesta a tomar una mala decisión como lo había hecho Chloe. Si era necesario esperar al último día de la Semana, lo haría.

El simple hecho de recordar lo que había pasado debió de hacerme cambiar de expresión, ya que Hunter me preguntó:

-¿Qué ocurre?

Yo no levanté la vista de mi helado, al que estaba machacando con la cuchara.

-He discutido con mi mejor amiga esta mañana, nada más-desdeñé, mirando por un segundo por la ventana, hacia la plaza, abarrotada de gente.

-¿Puedo preguntar qué ha pasado?-preguntó él, con tono conciliador y el ceño fruncido.

-Dejemos este tema, no es nada de importancia-decidí, esbozando una media sonrisa y esperando que eso sirviera para cambiar el rumbo de la conversación.

-Está bien, entonces se me ocurre algo de lo que podemos hablar-aceptó él, inclinándose peligrosamente hacia delante. Su rostro entonces quedó muy cerca del mío, tanto que pude apreciar de nuevo las motas oscuras de sus iris y las leves pecas de sus mejillas.

PhoenixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora