Cuando me desperté la mañana siguiente, casi era la hora de comer. Lo primero que noté fue la escayola improvisada de mi brazo izquierdo, hecha con dos pequeñas barras de metal y un vendaje que las cubría. Aún algo dormida, alargué la mano derecha hacia mi codo y entonces vi los moratones oscuros que rodeaban mi piel, y estaba segura de que había más debajo de la venda. Apoyándome únicamente en el brazo bueno, conseguí levantarme con un leve quejido de dolor.
No me habían quedado marcas solo en los brazos, sino que descubrí nuevos hematomas y arañazos en las piernas, además de sentir dolor en las costillas, donde tenía toda la zona amoratada gracias al chico que me había retenido desde atrás. Comparado con el dolor de mi tronco, el chichón de la cabeza era un paseo por el campo.
Al escuchar el ruido de las sábanas, el fino oído de mi madre hizo acto de presencia y pronto se escucharon sus pasos subir por las escaleras con presteza. La cabellera pelirroja de mi madre apareció entonces por el hueco de la puerta, acompañada de una expresión de absoluta preocupación.
-¿Cómo estás, cielo?-fue lo primero que me preguntó, corriendo hacia mí.
-Bien, un poco...magullada-conseguí decir, con las lágrimas picando en mis ojos de repente- Lo siento, mamá, debí haber sido más fuerte, pero no podía defenderme y yo, y yo tuve que transformarme y luego, y luego no podía...
-Ya está, ya ha pasado, no tienes que disculparte por nada, cariño, no fue tu culpa-me interrumpió ella, con su propia voz tan quebrada como la mía y sus brazos rodeando mi cuerpo con cuidado.
Hundí la cabeza en su pecho e intenté detener los hipidos que me habían impedido hablar con normalidad, que habían aparecido gracias a que recordé todo el pánico que había pasado la noche anterior. En ese momento, entró también mi padre, que se acercó a nosotras lo más rápido posible.
-¿Cómo te encuentras?-me preguntó, sentándose junto a mi madre al borde de la cama y apoyando una mano en mi pierna derecha.
Yo me encogí de hombros y sonreí débilmente en respuesta.
-¿Qué pasó anoche?
Decidí tomarme unos cuantos segundos para recomponerme y dejar que la rabia sustituyera al miedo, mientras rozaba cuidadosamente los moratones de mis piernas.
-Al volver por la calle de al lado, la que está siempre tan oscura, aparecieron tres chicos e intentaron secuestrarme, no lo sé, intenté defenderme pero volvían a levantarse y eran demasiados, entonces me transformé y corrí hacia aquí.
Mi madre se enjugó rápidamente las lágrimas, que no sé si eran de preocupación o rabia, y me atusó el pelo para luego darme un beso en la frente.
-¿Viste sus caras?-habló mi padre, con el gesto torcido en una expresión inconfundiblemente enfadada por lo que sucedió.
Intenté recordarlo, pero mi mente era incapaz de hacer un retratro mental de los chicos.
-En algún momento las vi, pero no las recuerdo bien. No eran de nuestra manada, porque no me sonaban sus voces. Si los veo los reconozco, estoy segura-afirmé, secándome las lágrimas con la mano buena.
-Ya informé a Anker de lo que ha pasado y me aseguró que haría lo posible por encontrar a esos chavales. Me pidió que te dijera que espera que te recuperes pronto y también que vayamos a su casa para hacer una ronda de reconocimiento junto a los otros dos Alfas, en el caso de que no hubieras escuchado ningún nombre.
-¿Hoy?
-Sí, hoy. Después de comer.
-Está bien-suspiré-. ¿Cuándo podré quitarme esto?-añadí, alzando el brazo izquierdo, donde ya casi no sentía dolor.

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Phoenix
WerewolfLa Semana de la Hoguera. Así llaman los licántropos al corto período de tiempo que tienen para encontrar pareja. Kayla "Phoenix" McAllister nunca pensó que encontraría a su pareja eterna en una pista de baile. Tampoco sabía que había un chico capaz...