Ya había estado en la casa de los Ward antes, pero aquella vez, cuando apareció frente a mí al salir del coche, fue diferente. Aquel iba a ser el lugar donde viviría los próximos meses, o quizás mucho más tiempo, ¿quién sabía? Inconscientemente, mi pulso se aceleró y un conocido nudo se instaló en mi garganta, el cual no desapareció ni cuando Hunter se colocó a mi lado y me ayudó a cargar con mi equipaje.
—Tendrás tu propia habitación, cerca de la de Hannah, que, por cierto, está deseando que te mudes aquí—me comentó mi compañero, con un guiño.
La niña era un sol, así que no pude hacer otra cosa que sonreír ante las palabras de Hunter. Kyle fue el encargado de abrir la puerta, y se echó a un lado para dejarme pasar a mí primero. De pronto, nada más dar un paso dentro de la casa, confeti voló por los aires y se oyó:
—¡Sorpresa!
Confundida, y asustada, vi a los padres de Hunter y a su hermana sonriendo al otro lado del recibidor, con matasuegras y globos. Tras ellos se alzaba un cartel en el que ponía "Bienvenida a casa", que incluso tenía dibujitos de corazones y estrellas que seguramente había hecho Hannah.
—Creímos que una fiesta de bienvenida sería buena idea—sonrió Eloise. No iban arreglados como la primera noche que cenamos juntos, por lo que ahora parecían más una familia normal que una sacada de la portada de una revista.
La pequeña Hannah salió corriendo a mi encuentro, y yo me agaché para después alzarla en brazos y pudiera enredarse a mí como un koala.
—Hola, Phoenix—me saludó ella, sonriendo como si le acabaran de regalar un caramelo.
—Hola, preciosa. ¿Cómo estás?
—Muy bien. Ayer hicimos una función en el colegio, yo hacía de árbol—comentó mientras la bajaba al suelo de nuevo.
Contuve una carcajada y cambié la risa que pugnaba por salir de mi garganta por un alzamiento de cejas sorprendido.
—Estoy segura de que fuiste el árbol con más talento de toda la obra.
—Sí—respondió ella, con una brillante sonrisa y el atisbo de un ego que me recordó enormemente a su hermano.
Eloise y Hannah me acompañaron al piso superior para enseñarme mi habitación, que, por cierto, era mucho más grande que la que había tenido toda mi vida. Tenía dos escritorios a los lados de la sala, con la cama en medio de ellos, pegada a la pared, además de un armario empotrado en la pared restante, que era enteramente un espejo. Las paredes estaban cubiertas de estanterías, casi vacías, que probablemente me servirían más tarde para almacenar todas mis cosas, y no precisamente de manera organizada.
—Mira, estamos conectadas—exclamó la hermana de Hunter, llevándome con ansia hacia el baño que compartíamos y que unía nuestras habitaciones. No sabía si tomarme aquello como una ventaja o una desventaja, pero decidí no darle mucha importancia a ese tema en aquel momento.
—Nos lo vamos a pasar genial—le dije a Hannah, guiñándole un ojo.
Ella frunció su pequeño ceño y comentó:
—No sabes guiñar el ojo.
—Eso es cierto. Tendrás que enseñarme.
Sus ojitos azules resplandecieron cuando asintió con la cabeza de nuevo. Llevaba un jersey negro de cuello vuelto y unos pantalones anchos, además de unas botas de estar por casa que tenían pinta de ser muy calentitas. Solo entonces me di cuenta de los leves temblores que me recorrían; estábamos a mediados de diciembre, y parecía que mi abrigo no había sido suficiente para el minuto que había pasado yendo del coche hacia entrar en la casa, y se me había metido el frío en el cuerpo.
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Phoenix
Manusia SerigalaLa Semana de la Hoguera. Así llaman los licántropos al corto período de tiempo que tienen para encontrar pareja. Kayla "Phoenix" McAllister nunca pensó que encontraría a su pareja eterna en una pista de baile. Tampoco sabía que había un chico capaz...