Por lo que pude ver, nuestros padres se llevaban bien. La comida, medallones con salsa verde cocinados por Stephen, estaba exquisita, y el ambiente era realmente agradable. Eloise era un amor de persona y conversaba con mi madre tranquilamente mientras el enérgico Stephen charlaba con mi padre sobre fútbol, béisbol y cualquier deporte que se les ocurriera.
El salón era precioso, con muebles que parecían sacados del siglo XVIII y la mesa tenía unos intrincados diseños tallados en el borde de la madera que no pude parar de tocar durante toda la cena.
Lógicamente, a Hunter y a mí nos acribillaron a preguntas mientras intentábamos comer tranquilamente.
—¿Qué quieres estudiar, Kayla?—me preguntó Eloise, cumpliendo con las expectativas que yo tenía sobre la cena. Esperaba que me hiciera esa pregunta, y sabía exactamente cómo responderla.
—Me interesa la política, pero no estoy segura del todo sobre a qué me quiero dedicar—contesté, tomando un sorbo de refresco.
Los padres de Hunter alzaron las cejas, puede que con sorpresa. Era cierto que me interesaba la política, pero no quería expresarlo de manera que se entendiera que lo único por lo que andaba con Hunter era por su futuro rango, ni que quería el liderazgo de una manada. No era la mejor manera de acercarse a sus padres por primera vez, precisamente.
—¿Y qué hay de cuando trabajes? ¿Lo harás aquí dentro de la manada o te irás fuera?
—No lo tengo muy claro todavía—sonreí cortésmente, confusa.
En Sharp Tusk, como en cualquier otra manada, teníamos nuestro propio sistema económico, es decir, todo el que se fuera a trabajar fuera tenía que enviar parte de sus ingresos a los Alfas, para que la comunidad saliera a flote y no nos faltara dinero nunca. Casi teníamos la autosuficiencia propia de un país, así que la pregunta de Stephen estaba más enfocada a la vida que podría o no tener junto a Hunter, porque los Alfas siempre deben quedarse en el interior de la manada, no pueden dejarla a su aire.
—¿Y tú qué quieres hacer, Hunter?—intervino mi padre, sin saber que acudía en mi ayuda. Odiaba ser el centro de atención, y menos ante las dos personas a las que no querría caerles mal. Lo único que me relajaba era tener a Hannah frente a mí, comiendo con aquel tenedor que parecía más grande que ella y que tenía esa expresión de felicidad e inocencia en todo momento.
Cada vez que la miraba, se me estrujaba el corazón al pensar que Hunter era muy afortunado al contar con una hermana. A mí me habían arrebatado al mío, y todavía no sabía por qué.
—Si la Diosa quiere, estudiaré arquitectura—comentó él, entre bocados. Ya me había comentado ese detalle mientras estábamos en la playa aquel mismo día, por eso pude saber que la expresión impresionada de mis padres fue un reflejo de la que había esbozado yo cuando me lo contó.
—Vaya, no imaginaba que estuvieras interesado en el mundo de la construcción—sonrió mi padre.
—Pocos lo están, pero no sé, es algo que quiero hacer—contestó Hunter, rascándose la oreja en un gesto nervioso y cruzando miradas brevemente con mi padre. Nada parecía quedar de aquel chico que se había atrevido a hablar con mi padre por teléfono el día que le conocí y me llevó a su suite. Descubrí con una risa grave que a través del móvil siempre se tenían muchas agallas, pero luego cara a cara no era lo mismo.
Miré de reojo a Hunter, a mi izquierda, que me devolvió la mirada con una mezcla de confusión y miedo. Me hizo un gesto con los ojos, posiblemente para que yo diera otro tema de conversación y así no se centraran en él, pero ahora que la atención se había visto desviada de mí, no era algo que fuera hacer. Me encogí de hombros levemente y esbocé una leve sonrisa como disculpa. Él frunció los labios y puso los ojos en blanco durante una milésima de segundo antes de volver a centrarse en su plato, siempre mirando hacia nuestros padres de vez en cuando, educadamente.

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Phoenix
WerewolfLa Semana de la Hoguera. Así llaman los licántropos al corto período de tiempo que tienen para encontrar pareja. Kayla "Phoenix" McAllister nunca pensó que encontraría a su pareja eterna en una pista de baile. Tampoco sabía que había un chico capaz...