-¡Date prisa, Kay! ¡No quiero llegar tarde!-me chilló mi mejor amiga.
-¡Espérate un poco, Chloe!-grité de vuelta, poniéndome las manoletinas.
Ella ya estaba paseándose por mi cuarto buscando su pintalabios y guardando el maquillaje en un bolsito. Lo hizo todo con mucho cuidado para no despeinar su larga y rubia trenza de espiga que yo había tardado un tiempo considerable en hacerle. Con los brazos cansados, yo solo había tenido tiempo de ondularme mi melena rojiza, que me caía más allá de los hombros.
Me miré al espejo una última vez antes de salir de la casa. Estaba nerviosa, no podía evitarlo. Aunque adoraba el vestido azul oscuro con lunares blancos y escote de corazón que llevaba, sentía que no estaba lo suficientemente guapa como para hacer frente a la Hoguera. Debajo del vestido llevaba un bañador, también blanco, por si más tarde nos dábamos un baño en la playa. Después de ponerme unas cuantas pulseras y comprobar que llevaba todo lo necesario, respiré hondo y me dije que estaba todo lo guapa que podría estar.
Las dos salimos corriendo de la habitación; Chloe con cuidado de no caerse por las escaleras con los tacones y yo resoplando tras ella.
-¿Por qué tenemos que darnos tanta prisa?-me quejé yo, cogiendo las llaves de casa. Chloe ya estaba junto a la entrada, preparada para salir-. No va a pasar nada porque lleguemos cinco minutos después. Así llegaremos elegantemente tarde- añadí esperanzada.
-Ya llevamos diez minutos de retraso, Kayla. ¡Nos vamos a perder la inauguración!-me instó. Me dio la espalda y comenzó a caminar con prisa fuera de la casa. Con un gruñido frustrado, la seguí.
Las farolas de las calles ya estaban encendidas, anticipando el matiz anaranjado que caracterizaba a la Hoguera, y una brillante luna creciente resplandecía en el cielo. Parecía que la Diosa nos observaba con atención.
La Semana de la Hoguera. Todos los licántropos de la región se reunían en un territorio concreto, donde se encendía una gran hoguera cada año y que permanecía encendida una semana entera, el período de tiempo que teníamos para encontrar pareja. Ningún humano sospechaba de nuestras extrañas hogueras, ya que el comienzo de la semana de apareamiento coincidía con la noche de San Juan.
Tenía frente a mí siete días en los que pensarme una decisión que podría o no arruinarme la vida. Todas esas leyendas de los "mates" son mentira. Bueno, no del todo, pero tampoco son verdad. Siempre sabes que te has encontrado con tu pareja eterna porque sientes la atracción inevitable que te lleva a ella, pero las mujeres éramos las que decidíamos. En nuestra mano estaba aceptar el vínculo con nuestro compañero o rechazarlo. Y la elección era de por vida.
Antes de que pudiera darme cuenta, ya estábamos llegando hacia la playa. Podía oír a la gente gritar y reír y el sonido de la música a todo volumen.
Había coches por todas partes. Aquella noche, Sharp Tusk estaba llena hasta los topes de licántropos de tres manadas distintas. El ruido de los claxon era ensordecedor, y no me ayudaba en absoluto a calmarme.
-¡Kay, corre, maldita sea!-me gritó Chloe unos pasos por delante. Tampoco ella era una fuente de tranquilidad. Corrí hacia ella hasta ponerme a su lado, ya jadeando.
-Joder, Chloe, ¡no soy una puta atleta y lo sabes! Vas a hacer que cuando lleguemos estemos sudadas y con los pelos por todos lados-dije entre dientes, intentando desviar mis pensamientos de la comida que se me estaba subiendo a la garganta. Lo último que quería era vomitar de los nervios. Me retoqué el pelo para no parecer una loca desquiciada.
Minutos después, llegamos a la gigantesca playa que formaba parte de nuestro territorio. En ella ya se encontraban montones de jóvenes riendo y bailando al son de la música.

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Phoenix
Lupi mannariLa Semana de la Hoguera. Así llaman los licántropos al corto período de tiempo que tienen para encontrar pareja. Kayla "Phoenix" McAllister nunca pensó que encontraría a su pareja eterna en una pista de baile. Tampoco sabía que había un chico capaz...