Me desperté al día siguiente, domingo, con la absoluta certeza de que había soñado con Hunter y nuestro beso. Todavía seguía fantaseando con él cuando fui al baño, e incluso hasta después de haberme puesto la ropa de estar por casa para bajar a desayunar. No había confianza suficiente para ir en pijama, la verdad. Aunque Hunter ya me había visto con él, y casi sin él, por error.
Bajé las escaleras silenciosamente, ya que eran las diez de la mañana y no sabía si acostumbraban a despertarse temprano o no. Al llegar a la cocina, descubrí que Eloise ya estaba en pie, preparándose el desayuno.
—Buenos días—saludé al entrar. Ella pegó un bote y se dio la vuelta para encontrarme en el quicio de la puerta—. Perdón, no pretendía asustarte.
—Buenos días, Kayla. Tranquila, no pasa nada—se atrevió a reír ella.
Llevaba el pelo recogido en un moño desordenado, como yo, pero aún así estaba espectacular. No tenía ni rastro de las ojeras que tenía yo, y su tez era tan perfecta como siempre. Tenía una bata azul marino que le llegaba a los tobillos, y la combinaba con unas babuchas del mismo color. Cómo no, esa mujer no perdía el glamour nunca.
—Sírvete tú misma, tenemos cereales, tostadas y algunas magdalenas. Hunter se levantará en un rato, si no lo hace lo despertaré yo misma—me dijo ella con una sonrisa amable, antes de coger su taza y su tostada e irse al salón. Yo le di las gracias y cogí sin dudarlo un bol en el que eché leche y los cereales de chocolate que había encontrado en el armario.
Cuando lo tuve todo, me senté en la mesa con Eloise y me dediqué a mirar el teléfono, que siempre llevaba encima. Como era de esperar, mi madre ya estaba preguntándome cómo estaba y diciéndome que me echaba mucho de menos. Mientras yo me mensajeaba con ella y Eloise veía las noticias en la televisión, Stephen se nos unió.
—Buenos días, ¿qué tal has dormido, Kayla?
—Muy bien, muchas gracias, Stephen—respondí, intentando no sonrojarme al recordar la noche anterior.
Hannah no tardó mucho en despertarse y correr por la casa con la que ya sabía que era su habitual energía.
—Hola—nos saludó, sonriendo y sentándose a la mesa directamente. Su madre se encargó de ponerle el desayuno delante para que empezara a comer lo antes posible. No pregunté a dónde iban hasta que vi que Hannah se había quitado el pijama y estaba vestida para salir a la calle.
—Hannah se va con unas amigas al parque, luego se irá con ellas y se quedará a dormir en la casa de su mejor amiga.
—Tiene una casa enorme—añadió ella, con los ojos desorbitados para dar énfasis a sus palabras. Igual de rápido que bajó, Hannah se apresuró en subir a su cuarto y coger la mochila en la que había guardado las cosas para su fiesta de pijamas.
Cuando llegó el momento de irse, Hannah corrió hacia mí para abrazarme y, con efusividad, se despidió y salió por la puerta con su madre, que reía por la energía de su hija, como si no se pudiera creer que la había parido ella misma.
—Kayla, yo me iré a trabajar sobre las tres, así que siéntete libre de hacer lo que quieras, estás en tu casa. Ya sabes que puedes acercarte a la piscina del vecindario—me dijo Stephen cuando ya hube desayunado y estábamos los dos en el salón.
—Claro, gracias Stephen—le sonreí. Él se quedó sentado en el sillón viendo el fútbol en la televisión y leyendo el periódico, ambas cosas a la vez, y yo decidí entonces subir al piso superior.
Ya me encontraba en el marco de mi puerta cuando me detuve y me di la vuelta, dirigiéndome a la habitación de Hunter. Cuando abrí la puerta, me encontré con el cuerpo despatarrado de mi novio bocabajo en la cama, con los brazos también extendidos como si se hubiera caído de un quinto piso. No llevaba camiseta, cosa que no comprendía, ya que hacía frío en aquel entonces, aun a mediodía. Al menos llevaba los pantalones puestos, aunque eso no me impidió deleitarme con la parte trasera de su cuerpo, que muchas chicas envidiarían.

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Phoenix
WerewolfLa Semana de la Hoguera. Así llaman los licántropos al corto período de tiempo que tienen para encontrar pareja. Kayla "Phoenix" McAllister nunca pensó que encontraría a su pareja eterna en una pista de baile. Tampoco sabía que había un chico capaz...