19. Aires tormentosos

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Me encontraba demasiado absorta en mis pensamientos y mi mapa mental sobre cómo volver a la casa como para prestar atención a la calle, razón por la cual no pude evitar chocarme con alguien. También es cierto que los pies de ese alguien casi volaban por la acera, y cuando nuestros hombros impactaron, a duras penas conseguí mantenerme en pie.

—¡Perdón! No iba mirando por dónde iba—me apresuré en disculparme, cuando vi los papeles que llevaba el chico cayendo al suelo, por todas partes.

—No, no, tranquila, yo tampoco estaba atento—desdeñó él, recogiendo las hojas lo más rápido posible.

Yo me agaché y decidí ayudarle; era lo mínimo que podía hacer, pero mientras apiñaba los folios no pude evitar echarle un breve vistazo. Tenía el pelo castaño rizado, los ojos marrones y facciones suaves. Al cabo de unos cuantos segundos, cuando tuvo todos sus apuntes de nuevo en su carpeta y nos levantamos, di gracias por que fuera de mi misma altura, ya que de haber sido más alto sí que me habría tirado al chocarnos.

Sus ojos por fin se detuvieron para analizarme, y su expresión fue cambiando lentamente a una confundida, frunciendo el ceño.

—¿Vives por aquí? No me suena haberte visto por aquí antes—inquirió, colocando su carpeta bajo el brazo.

—Me acabo de mudar aquí, soy de Sharp Tusk.

—Oh, encantado, entonces. Soy Nathan Sallow—tendió su mano libre para que yo la estrechara.

—Phoenix McAllister.

No me pasó desapercibido el leve alzamiento de cejas de sorpresa por mi nombre, por supuesto. No me gustaba presentarme a un extraño por mi verdadero nombre, era demasiado personal, y me recordaba a mi hermano Matt, así que siempre optaba por Phoenix.

—¿Hace cuánto llegaste a la manada?—me preguntó, con curiosidad.

Abrí la boca para contestar, pero de pronto un pensamiento cruzó mi mente y tuve que verbalizarlo:

—Perdona, Nathan, no quiero ser brusca pero, ¿no ibas con prisa? Es que no quiero retrasarte ni nada, parecías muy apurado...—intenté decir sin parecer borde. Me agradaba su compañía, no parecía mal chaval, pero era cierto que hacía unos segundos parecía que le perseguía el diablo y ahora estaba charlando conmigo tranquilamente.

Nathan miró por un segundo a la dirección del instituto y frunció levemente el ceño, como si acabara de recordar que se dirigía hacia allí, y no pude evitar fijarme en su incipiente barba. Hunter casi siempre se afeitaba, no solía verlo con barba, así que de algún modo me quedé mirando el rostro de Nathan, intentando imaginar a mi novio con ella.

El chico me pilló mirándole, y yo, como una maldita idiota, desvié la mirada y sentí cómo se me coloreaban las mejillas de vergüenza. ¿Qué coño me pasaba? ¿Desde cuándo me sonrojaba cuando un chico me miraba?

—No te preocupes, tengo unos minutos. ¿Y bien?—preguntó de nuevo, metiéndose las manos en los bolsillos del abrigo negro.

—Llevo un par de días, ahora vivo con mi compañero y eso...

Él parpadeó al entenderlo, y cuando vi su gesto de entendimiento comprendí con asombro que si no le hubiera confesado aquello, iba a tirarme los trastos.

—Entiendo, tiene sentido—rio, con una sonrisa algo torcida—. Iba a ofrecerme a enseñarte un poco la ciudad, pero supongo que teniendo a tu novio no es necesario...

Vi que sus pies comenzaban a moverse lentamente, para proseguir su camino, pero lo detuve.

—Bueno, no me vendría mal un amigo, no tengo ninguno, y no es que sea muy sociable—le sonreí.

PhoenixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora