30. Tambores de guerra

2.8K 344 95
                                        

Nos quedamos sin aliento. Un Alfa no podía rechazar el reto de cualquiera de su manada por el liderazgo, así que Dean estaba obligado a luchar contra Hunter.

—Pero, Hunter, no estás en condiciones de combatir. Te hará pedazos—le dije, preocupada. Había perdido peso, y con la tobillera no habría tenido oportunidad de transformarse con normalidad y así poder acostumbrarse a su forma lobuna. No había ninguna manera de que pudiera ganar a Dean.

—Kayla tiene razón, sobrino—me apoyó Damaris—. Podrás retarlo, pero no será esta noche. Tienes que practicar antes. De todas formas, ahora tenemos a media manada rodeando nuestra casa y va a ser complicado anunciar el reto, así que esperemos a mañana por la mañana para que todo se calme.

—Me halaga vuestra confianza—bufó él, aunque reconoció que teníamos razón.

—Voy a preparar algo de cena, vosotros poneos cómodos—nos dijo Rose, dirigiéndose a la cocina, no sin lanzarle una preocupada mirada a su compañero.

Damaris, por su parte, cogió su móvil y se lo llevó a la oreja.

—Voy a avisar a todos los Alfas de lo que está pasando aquí—nos informó mientras el teléfono comunicaba. Dicho eso, se alejó de nosotros y fue hacia la ventana, como si quisiera estar cerca del conflicto para no olvidarlo. Aunque, cómo olvidarlo, si los aullidos de Warrior Wolves no cesaban.

Todos sentíamos la presencia de los oficiales—Dean, Shawn, Cassidy y Kyle—pero sabíamos con certeza que muchos Comunes los estaban apoyando. Me pregunté si Taylor se encontraba entre ellos, aunque no pudiera transformarse. Dado que su hermana había demostrado al conocerme que no quería que Hunter fuera Alfa, sospechaba que estarían de parte de Dean. O Nathan Sallow y su compañera Natalie, con la que apenas había hablado un par de veces. Me arrepentí de no haberme esforzado en crear una amistad con ellos, aunque Hunter seguía sin querer juntarse con Nathan, porque entonces en ese momento tendría más aliados contra Dean. Solo la Diosa sabía si habrían decidido seguir su instinto o no.

Paul y Jayden también volvieron a mis pensamientos aquella noche. Desde que la Semana de la Hoguera había acabado y todos habían vuelto a sus vidas, no les había visto más de cuatro veces, en algún evento en el que hubieran quedado con Kyle o Hunter, pero tampoco me había molestado en establecer una relación cercana con ellos. Me di cuenta de que, ni en Sharp Tusk ni en Warrior Wolves, tenía muchos amigos. Ya lo sabía desde hacía meses, claro está, cuando en una de nuestras discusiones Chloe lo recalcó, pero en vez de corregir mi comportamiento había vuelto a hacer lo mismo. Ni siquiera me había interesado por el pasado de Kyle, tan cercano a Hunter, lo cual me hubiera resuelto muchos problemas.

Me había enfocado en Hunter y en nuestra relación, en que todo fuera perfecto, hasta el punto de que me olvidé de que podía hacer amigos en Warrior Wolves. Ahora que todo se había truncado, no tenía ningún apoyo más que él y nuestras familias, y mis únicas amigas estaban en Sharp Tusk, fuera de mi alcance en ese momento. Si quería ser Luna, no podía comportarme de esa manera; tenía que hablar con la gente, hacer amistades, conseguir gente a la que gustarle, para así algún día poder liderar con firmeza.

Pero claro, nunca me habían educado para ser Luna, y tampoco hubiera dado mi brazo a torcer y cambiado mi personalidad por una posibilidad remota de poder ascender. Y aquí estábamos. Sentí el impulso de ponerme a llorar por mi estupidez.

Cuando quise darme cuenta, Hunter había subido las escaleras hacia el primer piso en silencio, dejándome sola abajo con Michelle y sus tíos. Me apresuré en seguirle, para asegurarme de que estaba bien.

—Hunter—lo llamé, entrando con sigilo en la habitación. Él estaba sentado al pie de la cama, con la cabeza hundida entre los hombros. Tristeza, rabia y rencor vagaban por su cabeza, junto a otras muchas emociones más.

PhoenixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora