—No, no me convence.
Las palabras de Eloise reflejaron mis pensamientos. Me miré en el espejo del probador con los labios fruncidos, analizando el vestido negro que llevaba puesto: era de tirantes gruesos, ceñido, que llegaba hasta la mitad del muslo. Era sencillo, pero no me convencía el modo en el que me quedaba.
—Ya, a mí tampoco me gusta mucho—coincidí.
—Voy a ver si encuentro algún otro—se ofreció la madre de Hunter, con una sonrisa, antes de cerrar de nuevo la cortina del probador.
Nochebuena cada día estaba más cerca, y yo no tenía vestido para celebrarlo, así que Eloise se había ofrecido a llevarme a un centro comercial a buscar uno, pero de momento había sido un desastre, porque ninguno me gustaba. Miré el reloj y vi que ya llevábamos dos horas mirando, y me prometí que si el próximo vestido que trajera Eloise no me quedaba bien, nos iríamos; no pensaba perder más tiempo.
Hunter se encontraba en el gimnasio entrenando, así que lo que haríamos después de salir del centro comercial sería unirnos a él. Según tenía entendido, Kyle también entrenaba en ese mismo gimnasio y, como él mismo había dicho, hacía de su niñera.
Me estaba bajando la cremallera del vestido cuando la madre de mi novio me llamó desde fuera y me pasó otra prenda. Comprobé con las cejas alzadas que esta vez no se trataba de un vestido, sino de un mono, de color gris metalizado, con cuello halter.
Tras darle las gracias a Eloise, me cambié el vestido y me puse el mono. La dependienta me había dado unos tacones negros para que me probara los vestidos, y combinaban a la perfección con el mono gris. Con un suspiro de alivio, sonreí a mi reflejo y me di cuenta de que me quedaba sorprendentemente bien. Resaltaba mi cintura y mi cadera, y podía permitirme tener la espalda al descubierto gracias a mi poco pecho.
—¿Cómo te queda?—me preguntó mi acompañante, desde fuera.
Yo descorrí la cortina para mostrárselo, y no pude evitar sonreír cuando ella lo hizo.
—Este es, definitivamente—asintió, juntando las palmas de las manos frente a su boca.
—Me encanta—comenté yo, aún mirándome en el espejo. Entonces, me fijé en la etiqueta que colgaba de la espalda del mono, y pregunté:—. ¿Cuánto cuesta?
Eloise tardó un momento en reaccionar, y se acercó lentamente para mirarlo, lo que me indicó que ya sabía el precio y que no me iba a hacer demasiada gracia.
—Voy a pagarte yo la mitad—anunció, sin decirme la cifra.
—De ninguna manera. ¿Cuánto es?—me negué yo.
—Setenta.
¡¿Setenta dólares por ese trozo de tela?!
Eloise debió ver mi expresión escandalizada, por lo que hizo un gesto desdeñoso con la mano.
—No te preocupes por el dinero, yo me encargo.
—No voy a dejar que lo hagas, Eloise, esto es cosa mía. Tengo una tarjeta de crédito con dinero suficiente.
Mis padres controlaban el dinero que tenía esa tarjeta, supongo que no les importaría que gastara un poco más por una ocasión.
—Considéralo un regalo de Navidad, Kayla—intentó convencerme.
Después de dos minutos discutiendo acerca de quién pagaría cuánto, me vi obligada a aceptar que se hiciera cargo de la mitad del dinero, a regañadientes. Salimos de la tienda hacia el frío día con el mono metido en una gran bolsa, y nos metimos en el todoterreno negro de Eloise en dirección al gimnasio.
ESTÁS LEYENDO
Phoenix
WerewolfLa Semana de la Hoguera. Así llaman los licántropos al corto período de tiempo que tienen para encontrar pareja. Kayla "Phoenix" McAllister nunca pensó que encontraría a su pareja eterna en una pista de baile. Tampoco sabía que había un chico capaz...