33. Luna llena

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IMPORTANTE: leed la nota al final del capítulo :)


Desperté junto a él. Gracias a la luz que entraba por las rendijas de la persiana, atisbé la silueta de Hunter en el otro lado de la cama. Yacía bocabajo, con el brazo derecho sobre mi estómago, y no me extrañaría que hubiera caído en esa posición al volver de la caza y no se hubiera vuelto a mover.

Esbocé una leve sonrisa y me moví con toda la sutileza que pude para no despertarle. Su brazo cayó a plomo en las sábanas al apartarme. En silencio, cogí la bata que había dejado en la silla y me dirigí al baño.

Era reconfortante, en un cierto modo, volver a la casa de los Ward. Había echado de menos a la pequeñaja, que no entendía del todo lo que había pasado. No tenía muy claro hasta qué punto le habían contado, pero yo no iba a ser la que se lo revelara. Algún día cuando fuera mayor quizás se lo dijera.

Miré el reloj y vi que eran las doce del mediodía. Mi corazón comenzó a correr. Literalmente correr, porque quedaban menos de doce horas para nuestra unión. Y con ella, mi Ascenso a Luna. Si alguna vez había sabido lo que eran los nervios, ahora sabía que no tenía ni puñetera idea. Además, cada vez quedaba menos para mi mayoría de edad y, con ella, el momento de mi primera transformación. Casi nada me hacía más ilusión que eso.

Después de hacer mis necesidades, volví al cuarto buscando un cuaderno y un bolígrafo. Ya que mi teléfono seguía en casa de Dean y estaba pinchado por la propia Michelle, Damaris me había encargado uno nuevo, pero aún no lo tenía. Me costó encontrar el papel en la penumbra, pero, cuando lo hice, me senté en la cama con cuidado y aproveché la poca luz para escribir todo lo que tenía que hacer una vez fuera Luna.

1. Reconocer los vínculos de las parejas no heterosexuales fuera de la Semana de la Hoguera

2. Dar a las Lunas su correspondiente representación en el Consejo de Alfas

3. Castigar tanto las infidelidades del Alfa como las de la Luna

Seguro que con el tiempo se me ocurrirían más, pero, hasta el momento, era todo lo que había pensado. De pronto, la pierna de Hunter se movió y me sobresaltó. Giré la cabeza y vi cómo se desperezaba y se daba la vuelta, con el ceño fruncido.

—¿Qué hora es?

—Las doce ya.

—Mm, todavía me queda tiempo—concluyó, antes de abrazarse a la almohada de nuevo.

—¿Cómo dices? Disculpe, Alfa, pero no puede quedarse ahí repantingado todo el día, tiene una manada que liderar.

Con los ojos cerrados, Hunter esbozó una sonrisa. Un pájaro pio en el exterior.

—Dilo otra vez.

—¿El qué?

Se incorporó, aún medio dormido, y se abrazó a mi espalda. En ese instante, supe a qué se refería.

—Ah, claro, cómo no. Alfa de Warrior Wolves.

Sonrió de nuevo, mostrando sus perfectos dientes. Besó mi hombro para luego ver el cuaderno en el que estaba escribiendo. Su respiración me hizo cosquillas en el cuello.

—¿Qué hacías?

—Apuntando todas las cosas que me parece que están mal y deberían cambiar.

Hunter soltó una risita.

—Mi Luna, la reformista—bromeó, tirando de mi cuerpo hacia atrás para tumbarme en la cama.

—No soy tu Luna todavía, Hunter Ward—le recordé, devolviéndole el abrazo y agradeciendo que ya estuviera de mejor humor. No soportaría verle llorar de nuevo.

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