2. Hunter

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Saqué la cabeza al exterior lo más rápidamente posible, aspirando una gran bocanada de aire. ¿Realmente acababa de pasar?

—¡¿Pero tú eres idiota o qué?!—grité al imbécil que se encontraba frente a mí, riendo a carcajada limpia.

—Tenía que hacerlo—intentó excusarse, aunque dando un paso atrás. Di gracias porque en la oscuridad no podía ver del todo su expresión, y había muchas probabilidades de que, enfurecida, fuera a arañarle la cara.

Me abalancé sobre él e intenté tirarlo al agua, empujando su cabeza hacia abajo. Sin darme cuenta, había enredado mis piernas en su cintura y estaba colgada de él cual koala a una rama.

—¿No crees que estamos yendo muy deprisa?—bromeó. Abrí la boca para replicar algo, pero nada salió de ella. Gruñí frustrada y me bajé torpemente de su tonificado cuerpo.

—Eres gilipollas.

Hunter rio y dio un paso atrás.

—Voy a quitarme esto—señaló a su mojada ropa, que no se había molestado en quitarse antes, y solo pude mirarlo fijamente mientras pensaba en lo agradecidos que estarían mis ojos unos segundos después. Y lo cabreada que estaba porque me hubiera tirado al agua.

Mientras él volvía a la arena, Chloe se acercó.

—¡Chica, cómo está Hunter!—silbó mirando su ancha espalda. Tenía sentimientos encontrados.

—Lo odio—respondí apartándome algunos mechones de pelo que se me habían escapado del moño.

Chloe me dirigió una sonrisa con sorna y alzó una ceja.

—Es un idiota prepotente y engreído—me defendí. Entonces vi un pequeño arañazo sangrante que tenía en el brazo derecho—Maldita sea, encima me he cortado con una roca o algo.

—No seas tan quejica, sabes que se cerrará enseguida—bufó Chloe.

La luz de las antorchas y la fogata iluminó el cuerpo de Hunter mientras se quitaba la empapada camiseta y la tiraba sobre una toalla.

—No te detengas—ronroneó mi amiga sin poder apartar sus ojos de él.

—Oh, cállate—refunfuñé sonrojada.

—No estarás celosa, ¿verdad?—me incitó ella dándome un ligero codazo—. Si lo reclamas como compañero lo entenderé.

—¿Compañero?—exclamé— ¡Ni de coña! Tendrá suerte si no le denuncio por agresión.

La verdad es que no resultaba desagradable tenerlo como compañero eterno, pero eso no iba a admitirlo nunca.

—Pues si no lo quieres tú, voy yo a por él—dijo con decisión—. Y, ¿agresión? ¿Qué coño dices?

—Sí, mira—le señalé el lugar donde tenía el corte, pero gracias al metabolismo que tenemos los licántropos, ya se había cerrado y no quedaba rastro de él—. Mierda.

Chloe puso los ojos en blanco.

—Sin pruebas no hay delito—canturreó—. Además, ¿a qué mujer no le gusta que la acosen aunque sea un poco? Yo adoraría que ese pedazo de hombre me acosara.

—Chloe...—iba a reprenderla, pero las palabras murieron en mi boca al ver como un grupo de chicas de piernas largas y bikinis pequeños se acercaban a Hunter.

—Uhh, tenemos problemas.

Observé con una mueca cómo las chicas rodeaban a Hunter coqueteando descaradamente, esperando que él se fijara en alguna tanto como para vincularse con ella.

PhoenixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora