18. Joanne

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No clareó en ningún momento, a las diez de la mañana el cielo seguía cubierto por espesas nubes que impedían ver el sol. Llovía a cántaros.

   Es una mañana francamente horrible, me dije. 

   No podíamos hacer nada realmente entretenido. Habíamos terminado en el suelo de mi habitación jugando UNO con tasas de chocolate caliente entre las manos. 

   Mis padres habían salido con mis hermanos aunque no conseguía imaginar donde habían arrastrado a Demitri y Evan. 

   -Uno- gritó Luka frente a mí.

   Vika negó con un dedo. 

   -Muy tarde, toma tres más. 

   Luka refunfuñó algo y tomó las tres cartas.

   Me recosté contra Grey que parecía bastante serio al igual que Blian. 

   Se había reído un buen rato al verme hoy en la mañana con mis pantalones rosas cortos y el suéter gris y negro demasiado largo. 

   -¿Qué tipo de conjunto es ese?- preguntó sonriéndome.

   -Otoño- respondí-.  Siempre es así en otoño. Es una época de cambios ¿recuerdas? 

   Se había puesto serio al escuchar mi respuesta y no había conseguido hacerlo sonreír desde entonces. Me sentía mal.

   Escuché los ruidos en el piso inferior donde algunos se habían quedado con las consolas de videojuegos. 

   Grey permanecía tenso a mi lado, yo estaba a punto de enojarme, llorar o hacer ambas cosas. No estaba segura. Puse mis cartas entre las otras y todos me miraron sorprendidos. Ni siquiera había visto que cartas me quedaban. 

   -¿Qué haces, Joanne?- me cuestionó Luka cuando me puse en pie cogiendo mi taza y salí de la habitación. 

   -Me retiro del juego- anuncié. Necesitaba estar sola. 

   Entré en la biblioteca y me senté en el alféizar. 

   Las cosas no iban bien, sabía eso, de hecho iban bastante mal. Se me estaba yendo de las manos todo el asunto.

   Hoy en la mañana no había querido esperar a que Laura consiguiera una doncella para encender el fuego de la chimenea. Había prendido un cerillo yo misma con intención de arrojarlo a la leña y este había formado una llama enorme casi quemándome la cara. Luego había ido a la cocina, para coger un vaso de leche caliente, y el fuego de la chimenea de la cocina se había apagado cuando había entrado para resurgir al instante con infernal fuerza. Las cocineras habían chillado como posesas hasta que la más anciana había arrojado un cubo de agua consiguiendo aplacar el fuego. 

   Se me estaba yendo de las manos y no tenía idea de cómo controlarlo. Las burbujas de chocolate hirviendo confirmaron mis palabras, lo raro de todo eso es que apenas me afectaba el calor. 

   Salí de la biblioteca al recordar el peligro que presentaba yo para los libros en ese momento. Seguí andando por la casa hasta terminar en el pasillo en el que había estado ayer con Grey. Me alejé de ahí también, ese lugar me recordaba demasiado a que tan mal iban las cosas. 

   Entonces comprendí donde quería estar en ese momento; donde necesitaba estar, el único lugar en el que deseaba estar de verdad. 

   Bajé a toda prisa las escaleras y pedí a Laura que me alistaran un coche y luego corrí a mi habitación donde los otros seguían jugando. Me miraron sorprendidos cuando me vieron aparecer en el cuarto y luego desaparecer en mi clóset. 

1. Historia de los Guardianes: Otoño. |En edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora