31. Joanne

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Todos en la plaza estaban mirando la fontana y el cuadro horrendo que ésta presentaba; todos menos Sara que estaba llorando con el rostro enterrado entre ambas manos, y yo que paseaba mi mirada sobre todo aquello mientras me aferraba a mi costado herido.

   Al ver que no podían hacer daño a Mia, Gemma y Vika por el escucho que ésta última acababa de levantado, algunas de las mujeres habían abandonado aquella empresa y venido a por mí haciendo a un lado a los chicos que trataban de protegerme y finalmente la Furia que se había lanzado sobre mí me había impedido seguir lanzando fuego a sus compañeras, permitiendo que una Kere tratara de hundir su espada en mi pecho, y lo hubiera logrado sino fuera porqué yo me eché a un lado y el arma se hundió en mi costado. Si los dioses no hubieran aparecido un momento después seguramente habría muerto por el golpe que la Furia se preparaba a lanzar con su látigo.

   Apreté los dientes manteniéndome firme, sin mostrar el dolor que me provocaba la herida, y nadie estaba lo bastante atento como para darse cuenta de mi mueca al moverme y de la sangre que me manchaba la ropa con la que hacía gimnasia en el momento en el que ocurrió el ataque a la academia.

   Los faroles eran los que iluminan lúgubremente la escena. Parecía casi como si los hubieran dejado enteros premeditadamente, como si quisieran que viéramos lo que habían hecho cuando terminaran.

   Diana y Jonathan discutían algo en voz baja frente a la fuente, no les presté atención hasta que Jonathan se apartó y caminó hasta mi hermana mayor con paso decidido, ambos intercambiaron algunas palabras en tono bajo durante algunos momentos antes que el dios recibiera un solo asentimiento de parte de Karoline.

   Kar habló desde donde se encontraba con tono tembloroso.

   -Lo que ha ocurrido aquí ha sido una terrible masacre causada por los oscuros. Alguien volvió a romper los encantamientos de defensa desde dentro y entre los Secuestradores, brujos, vampiros, licántropos y hadas que entraron causaron esto.

   -¡Bazofia!- bramó un chico, un mago de aire llamado Brice-. ¡Todos vimos a las mujeres y a los que las mataron! ¡Eran dioses!

   -¡Eso es mentira!- replicó Karoline levantando su voz sobre la del chico-. ¡Tú no has visto nada! ¡Nadie lo ha hecho! Lo que vieron aquí fue a los oscuros atacando y a los centinelas matándolos, nada más; no vieron a ninguna de nosotras hacer nada raro, ni a los dioses, ni a las mujeres, ni tampoco creen que en realidad Joanne sea la guardiana de fuego.

   Algo parecido a la bruma cayó sobre todos los presentes y sólo Apolo, Artemisa y nuestro grupo permanecimos lúcidos aparentemente.

   Unos momentos después los centinelas entraron a la plaza para ordenar que retiráramos a las habitaciones y atrancáramos ventanas y puertas y se llevaron a los heridos a la enfermería con ellos mientras algunos se quedaban en la plaza y entraban a los edificios para empezar a hacer conteo de muertos y cubrir los cadáveres. Una centinela accionó la palanca que cerraba el paso del agua a la fuente y Alicia dejó de escupir agua sanguinolenta por la boca.

   Me alejé de Grey y caminé hacia Sara que no paraba de llorar, me dejé caer a su lado y miré el cuerpo muerto de Steve.

   Me encontraba en una especie de shock por la muerte de mi amigo.

   Era Steve, el divertido Steve Granchester, el chico con alma de niño que siempre miraba con una especie de adoración a Sara; ellos eran como un par de cachorros, mejores amigos desde que podía recordar. Siempre me había preguntado cuando habría un primer beso entre ellos; eran ese tipo de personas que ves juntas y piensas “¿por qué demonios aún no se han casado?”. Pero nada de eso ocurriría ahora. Steve estaba muerto y Sara destrozada.

1. Historia de los Guardianes: Otoño. |En edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora