29. Mnemósine

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-¡Que no se te ocurra!- bramó Diana tirando un jarrón a través del salón hacia la cabeza de Ate.

   -¡Pues ya se me ha ocurrido!- replicó la diosa de la ruina dando un paso al lado para evitar el proyectil, haciendo que este impactara contra la pared con estruendo.

   Los dioses estaban reunidos en un amplio salón de paredes azules, muebles blandos y alfombra gris. Artemisa y Ate se encontraban enfrentadas en la mitad de aquel espacio; Afrodita estaba echada perezosamente sobre uno de los sofás; Mnemósine se encontraba sentada sobre la repisa de la que Diana había tomado la vasija que había lanzado a Ate, apoyando los pies sobre el respaldar de la silla en la que estaba sentado Hermes mirando todo aburrido, descansando sus codos sobre las rodillas y la barbilla entre los brazos; Ares y Apolo estaban sentados en posiciones aparentemente despreocupadas uno frente al otro.

   -¡Ese jarrón era realmente antiguo!- se quejó Afrodita.

   -Mentira, era cacharro de esos que venden a diez euros en las tiendas de baratijas- le contradijo Hermes.

   Artemisa pasó de ambos y siguió mirando enfurecida a Ate.

   -¡No vas a llevarlos al St. Jeanne’s! ¡Te lo prohíbo, Ate!

   La aludida soltó una carcajada genuina echando la cabeza hacia atrás.

   -Tú prohibirme algo a mí, Diana… ese es una de las mejores bromas que he escuchado en mucho tiempo. Además, ¿qué vas a hacer entonces, querida? ¿Vas a dormir con ellos bajo tu almohada? Porque te aseguro que eso te resultará un poco incómodo.

   Diana soltó un bufido exasperado.

   -Hay otros refugios, y lo sabes; los de Francia, Inglaterra, Grecia, Italia, Rusia, China, Corea, Estados Unidos, Centroamérica, Brasil y más…

   -Y yo te deseo suerte moviendo a los guardianes desde Alemania hasta Grecia o Centroamérica sin que medio Mundo Mágico trate de lanzarse sobre ti y raptarlos o matarlos. Además, St. Jeanne’s es uno de los más pequeños y seguros refugios del mundo.

   -He de coincidir con Ate, Artemisa; St. Jeanne’s será uno de los refugios más jóvenes, pero ha demostrado ser lo bastante seguro como para no recibir ningún ataque en toda su historia si dejamos de lado el penoso caso de la señorita Feuerschimmer- dijo Ares.

   Ate hizo un gesto de aprobación hacia el dios de la guerra.

   -¿Lo ves? ¿Lo ves, Diana? Y todos sabemos que aquello ocurrió solo porque la señorita Feuerschimmer se alió con Hendrik y Lena, pero desde que fue atada no puede repetir una hazaña como aquella.

   De las bocas de ambos dioses la palabra “señorita” salió con una buena cantidad de sarcasmo y sorna.

   -¿Y a ustedes qué les asegura que no aparezcan nuevas Bárbaras Feuerschimmer?- les rebatió Apolo.

   Mnemósine puso sus ojos marrones en blanco y miró el desarrollo de la discusión como quien mira un partido de ping-pong.

   El rema que se discutía era dónde llevar a los chicos guardianes ahora que sabían dónde se encontraban. Ate y Ares afirmaban que llevarlos a St. Jeanne’s Akademie era lo mejor; Apolo y Artemisa aseguraban que aún era demasiado pronto para reunirlos con sus parejas, y que de todas maneras la academia no era lo bastante segura para mantener a los doce guardianes ahí tras lo ocurrido con las sombras que se habían escapado de la Ciudad Oscura; Afrodita trataba de mantener los daños a su salón al mínimo sin demasiado éxito tras varios jarrones rotos y un cuadro arruinado con el látigo de Diana; y Hermes y Mnemósine se aburrían épicamente.

1. Historia de los Guardianes: Otoño. |En edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora