Capítulo 48.

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Mi cara se iluminaba por la luz solar entrante de la ventana del avión. Observaba como las nubes se desplazaban por el cielo mientras que mis padres y mi hermano dormían. Resistia al sueño aunque sabía que todavía faltaba demasiado para llegar, pero no me importaba que tan largo fuera el viaje, yo solo quería observar el hermoso firmamento.

Me parecía increible como el cielo podía inspirarme. Este no es alto ni bajo. Está encima y debajo de nosotros al mismo tiempo.

Tenía inquietudes por dentro, la principal era que Hazel no sabía nada sobre que me iba por tres días y la segunda, William. Quien se apoderaría de mi habitación.

Me sentía tan afortunado de tener a un hermano tan comprensivo y afectuoso. No solíamos estar tan unidos en ocasiones pero nos queríamos mutuamente. Gracias a James pude saber lo importante que es la familia, y como en tan poco tiempo pude ser amado.

Fui cerrando los ojos lentamente hasta quedarme completamente dormido, mientras ajustaba mi cuerpo en la silla incomoda del avión.

Veía reflejado en mis sueños canciones de Adele, bandas musicales, y esa vez que estuve en el hospital. Era como en uno de esos sueños extraños donde buscas pistas, razones y respuestas pero no las encuentras.

Creía tener insolación ya que había dejado la ventana abierta. Pero al abrir nuevamente mis ojos solo pude notar la oscuridad de la noche. Parecía increíble lo lejos que estaba Colorado de Nueva York.

Yo estaba a las espaldas de James, ya que el asiento que ocupaba era de tres personas, mamá, papá y yo. Mientras que James lo compartía con personas desconocidas.

El tiempo lo pasaba leyendo desde mi teléfono. Leyendo historias que no eran de mi parecer pero aun así me atrapaban y me arrepentía de juzgar a libros por su portada. Me atrapaba el suspenso y moría de risa en partes graciosas o sarcásticas.

James le intercambió el asiento a mamá para que él y yo pudiésemos hablar. Tanto el como yo necesitábamos hablar. Hablar sobre cualidades, gustos y hasta comidas favoritas.

Este pudo dejarme entrar en su vida. James era mas descriptivo, colorido, alegre, risueño. Me sentía avergonzando, ya que yo en cambio era bipolar, indirecto, y tenía como color favorito el negro.

James amaba a Artístas del pop, por suerte no escuchaba a reggaetoneros, sino hubiésemos tenido un serio e inmaduro problema. Aunque James fuese muy creativo, se caracterizaba por ser un chico de pocas palabras.

Aveces entraba en crisis interiormente por la forma natural en que James hablaba. Así pudiese venir un tsunami, el actuaba calmado y si advertía sobre esto, solo lo hacía una vez.

Después de un rato le cedí la conversación a mi padre para que pudiese platicar con James. Necesitaba relajarme ya que no podía sacar de mi cabeza a personas.

Mi mente parecía el administrador de archivos de mi teléfono, porque quería desechar todos los pensamientos malos y dejar los buenos. Pero se me era difícil tranquilizarme cuando te encuentras en las nubes, encerrado en una cabina, donde el oxigeno es escaso pero sirve como para mantenerte lo suficientemente vivo. Y si eres de esas personas claustrofóbicas como lo era yo, te aseguro que perderás la calma interior en menos de un nanosegundo.

Había experimentado esta fobia luego de entrar millones de veces en el armario de la habitación donde Katherine se quedaba. Y sentía como las paredes se cerraban contra a mi.

Luego de tratar de evitar temores, una duda me invadía; ¿Donde nos quedaríamos? Ya que por lo que sabía nuestra antigua casa había sido vendida por el banco y solo buscaríamos cajas que mis padres se las dieron a los vecinos mientras tanto.

• • •

Los edificios sobresaltantes de la ciudad me hicieron recordar, procesar y luego ponerme totalmente sentimental. James estaba concentrando observando toda la ciudad desde el exterior del aeropuerto ya que era su primera ves en años que no venía a Nueva York luego de marcharse.

Sostenía mi escaso equipaje en la mano mientras que James localizaba un taxi para nosotros. La duda me invadía por dentro ya que no sabía a donde iríamos a media noche. Por suerte un taxi se detuvo en frente de nosotros.

Escuché la dirección que papá le decía al sujeto que manejaba y se me hacia muy familiar ya que la había oído antes.

Las calles resonaban en mi cabeza y recordaba la otra vez que caminé sin compañía desde la casa de Chad hasta la mía por comportarme como un completo hipócrita.

Mientras observaba a mi hermano quien no paraba de contemplar los edificios y el cielo, un sonido ensordecedor que provenía del teléfono de mi madre alarmó tanto al conductor como a mi padre, menos a James ya que el aun seguía parapléjico.

¿Alguna vez tuvieron a una cercano que hablara con una persona de la forma más confiada posible? Pues, era increíble la forma en que mamá hablaba con lo que parecía ser una voz femenina que se oía del altavoz de su teléfono. Me parecía extraño porque no teníamos familia en Nueva York.

Amaba a Caitlin así tal cual. Y sabía que si algún día llegaba a llamarla por su nombre me lanzaría una mirada tan aterradora que tendría pesadilla por dos meses, catorce días y una hora.

Sentía como el dolor de cabeza aumentaba luego de que el gran genio desconocido que maneja frenara brusca e inesperadamente en la dirección indicada.

Fue en ese preciso momento al ver esa casa cuando parte de mi niñez y adolescencia resaltaban en mis recuerdos.

Y el sonido del timbre nos hacia esperar. Los arbustos decorados y las cuatro cerraduras que se abrían poco a poco me hacían recordar pero no dar al clavo.

Me mantenía de espaldas platicando con James cuando justamente una voz muy conocida decía mi nombre, una voz la cual pude reconocer inmediatamente.

«Te he echado de menos hermano», fueron las segundas palabras que oí.

Atrévete a Cambiar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora