Cerca de la medianoche del domingo Tim Bergling murió y yo hice arder su mansión en llamas que se alzaron incandescentes para borrar todo rastro de lo que alguna vez fuese una breve historia de amor.
No resulta sencillo de explicar, ni siquiera ahora que todo ha quedado atrás. Pero trataré de ponerlo todo sobre papel durante estas tres horas de viaje rumbo a la isla de Marstrand.
Al siguiente día, después de acabar con el asunto Verwest, el señor Hedfors regresó a su casa en la isla. Posteriormente, el 6 de octubre Alessandro y Sophy tomaron un vuelo rumbo a México, donde subirían a un crucero que los llevaría a dar la vuelta por las islas de Caribe. Todavía aquella mañana antes de que los demás se despertaran Sophy irrumpió en mi habitación y me despertó en medio de la oscuridad. Me llamó por mi nombre un par de veces en voz queda. Abrí los ojos y la encontré mirándome con angustia.
-¿Qué sucede, hermana?-inquirí tras un bostezo.
-Es que no he podido dormir de la angustia. Quiero largarme de aquí. No sabes cuánto lo necesito, pero quiero que tú también vengas.-frunció el ceño y sus labios hicieron una mueca de tristeza.-Déjalo ya, Mara. No mates a nadie más. Sólo ven con nosotros.
-Sophy, ya hemos hablado de esto. Llévate a Lindblad.
-¿Y a ti? ¿Cuándo volveré a verte?
-No lo sé...
Guardamos silencio y sin más ella me dio un abrazo. Pasamos así unos minutos, sin embargo antes de que se marchara volví a tomar su brazo.
-Sophy, una cosa más.
-Dime.
-No te despegues de tu móvil ni de tu lap top. Quizás necesite un poco de ayuda después de que todo haya ocurrido.
-¿Ayuda para escapar?
Asentí con la cabeza y ella esbozó una pequeña sonrisa para darme algo de tranquilidad.
-Estaré al pendiente. De eso no te preocupes.
Después de que Lindblad y Sophy partieran, Tim Bergling y yo nos quedamos solos. Su semblante había cambiado notoriamente desde la muerte de Verwest e incluso parecía haber rejuvenecido unos cuantos años. Cuando volvimos del aeropuerto me dio un tranquilo paseo en mi silla de ruedas por su enorme jardín mientras platicábamos una vez más acerca de lo ocurrido en Ljusterö hacía unos días. Bergling no dejaba de repetir que yo había sido muy valiente y que de no haber sido por mi hazaña no habríamos salido de allí con éxito. Yo me limitaba a sonreírle y a asentir la mayoría de las veces.
Después de la cena vimos una película en la sala. En cuanto el filme terminó Tim me cargó en sus brazos y me llevó hasta su recámara. Con cuidado para no lastimarme, me ayudó a vestirme con el pijama y nos acurrucamos los dos en su cama. Acaricié sus orejas unos cuantos minutos mientras él sólo me miraba con una tierna sonrisa.
-Tim-le dije deteniéndome y recostando mi oreja sobre mis dos manos juntas.-Necesito que hablemos de algo.
-Dime.-contestó en seguida sin dejar de sonreír.
-Es sobre Martijn.-proseguí.- Ya no tiene ningún caso que siga en tu piso. Todo ha acabado y será mejor que se vaya a hacer su vida.
-Por supuesto. Sólo estaba esperándote a que me dieras instrucciones. Mañana mismo le quitaré la seguridad para que pueda marcharse en cuanto él lo decida.
-Gracias.
Bergling besó mis labios brevemente. Luego miramos la televisión otro rato hasta que me dio sueño y los dos nos quedamos dormidos.
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Quema las páginas
General FictionHan transcurrido diez años desde que Mara decidió aislarse en un apartamento en los suburbios de Los Ángeles para llevar una vida de pequeños trabajos y modestos placeres. Sin embargo, al correr ya los últimos días de primavera llegará a su puerta u...