30 de septiembre 2016

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Le avisé a Sophy que nos veíamos a las siete treinta en la estación de tren y en punto de las cinco de la mañana salí pitando rumbo al apartamento de Bergling. No había transito lento así que llegamos en quince minutos. Estaba muy nublado y aún no amanecía cuando abrí con cuidado la puerta del apartamento. Me quité los zapatos y los dejé en la entrada, después caminé de puntas hasta la habitación de Martijn. En completo silencio hice girar el picaporte y me asomé. Adentro, en la oscuridad, él dormía apaciblemente, hecho un ovillo, como un gatito. Miré la hora. Tenía poco tiempo.

Me quité toda la ropa en un minuto y la dejé en el suelo junto a la puerta. Después, tiritando de frío me desplacé rápidamente al interior de la alcoba y abrí las cobijas de un movimiento ágil para recostarme detrás de él. Pasé un minuto oliendo el suave aroma de su cabello y recuperando la calidez de mi cuerpo al pegarlo junto al suyo, pero sin atreverme a tocarlo del todo. De pronto él estiró los hombros.

-¿Qué haces aquí?-inquirió en voz casi inaudible y sin volverse.

-Vine a que me hagas el amor.-declaré poniendo mi mano sobre su hombro suavemente. Llevaba un pijama de cuadro azules de franela.

-Hmmm...-balbució adormilado.- ¿Te has metido desnuda a mi cama?

-Sí.

-Suenas muy convencida, pero lo más seguro es que te falle por esta vez. Estaba profundamente dormido y veo  difícil que se me ponga dura a estas horas. Puedes intentarlo, si quieres, pero no creo que funcione.

Sonreí sin que lo notara y después lo abracé pegando completamente mi cuerpo al suyo al tiempo que besaba sus orejas y su cuello. Él permanecía muy quieto en su lugar, pero con los músculos del todo relajados, dispuesto a moverse de la manera que yo lo deseara conducir. Sus ojos estaban cerrados con tranquilidad, como si siguiera dormido.

-Estaba soñando contigo, ¿sabes?-murmuró él casi sin mover los labios.

-¿Y qué soñabas?

-Que estábamos en una especie de fábrica abandonada y me perseguías con un cuchillo enorme en una mano, y tu revolver en la otra.

Solté una risa.

-No te rías. ¡En serio me das miedo a veces!-abrió un ojo por un segundo.-Oye, no muevas tanto las sábanas que haces una corriente de aire y me da frío.

Entorné los ojos y nos cubrí a ambos completamente con las cobijas.

-Así está mejor.-cerró de nuevo sus ojos, complacido.

-Entonces, deberías estar más agradecido conmigo.-retomé el hilo de la conversación.-Te desperté de una horrible pesadilla.

-Pero tú misma eres la causante de la pesadilla, así que no.

Metí mi mano dentro de su ropa interior, pero tal y como había dicho, debía de hacer un gran esfuerzo. Aquel asunto estaba completamente fláccido y muerto.

-¿Y por qué vienes así de la nada a buscarme?-preguntó él aun con aire aletargado.

-Debo salir por unos días de la ciudad.-respondí.

Martijn abrió sus ojos y luego los entrecerró para lanzarme una mirada de soslayo por arriba del hombro.

-Ya decía yo que había algo raro.-dijo.-Es injusto. Tú te vas y yo me quedo aquí como un reo. Ya estoy harto.

-Falta poco. Créeme.-le dije girándolo sobre su espalda para que quedara boca arriba. Comencé a desabotonar su camisa.-Hedfors está vivo y presiento que él debe saber algo de Verwest.

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