19 de agosto 2016 (noche)

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Terminé de arreglarme para salir, cerca de las diez de la noche. En realidad no puse mucho esmero en mi maquillaje ni en mi vestuario ya que hacía demasiado calor y había conseguido un rubor natural en las mejillas y en los labios que preferí no retocar. Un par de hombres de la seguridad de Mishu me acompañaron y llegamos en una enorme camioneta a la dirección que Julian me había proporcionado. Había mucha gente arremolinándose afuera del club, sin embargo no fue necesario hacer fila. En cuanto nos presentamos en la puerta nos dejaron entrar y amigablemente nos ofrecieron una mesa. Me senté yo sola mientras que los dos hombres de seguridad permanecieron atrás de la mesa de pie. Ordené una botella de whisky para calmarme los nervios entonces, y cuando ésta llego me dediqué a mirar atentamente en dirección a donde se debía de encontrar Martijn. No logré verlo a pesar de esforzarme. Tan sólo noté la silueta de un hombre dentro de una cabina en el piso de arriba, quien se dedicaba a manejar la música y las luces del lugar.

Los minutos y las horas pasaron lento y cuando lo noté ya llevaba más de la mitad de la botella de Chivas. Tristemente el alcohol no había amainado el temblor de mis manos y seguía sintiendo un terrible nudo en el estómago cada vez que miraba hacia la cabina de arriba.

De pronto noté que alguien más entraba a esa habitación. Agucé a vista poniéndome de pie de forma refleja. Intercambiaron algunas palabras y por fin vi salir a las dos siluetas por la puerta de atrás.

-Hey.-Le llamé a uno de los de seguridad.-¿Te puedo pedir un favor?

El sujeto asintió.

-¿Podrías acompañarme allí?-le señalé la puerta desde donde se podía acceder a la cabina de música-He quedado de verme con alguien.

Él asintió de nuevo.

Me serví el último vaso de whisky y me lo bebí de un solo golpe, luego eché a andar. Cruzamos la pista de baile atiborrada de hombres y mujeres indios muy jóvenes. Con cada paso lograba escuchar con más claridad el latido de mi corazón, como si éste se encontrara dentro de mi cabeza y rebotara directo contra mi tímpano. Llegamos hasta la puerta y miré a mi alrededor por un instante antes de girar la perilla. Nadie pareció notarlo.

-Espérame aquí.-le dije al hombre de seguridad.

-Me temo que no la puedo dejar sola.

Solté un suspiro y entramos los dos al no quedarme de otra. Adentro sólo había dos direcciones a las cuales podíamos ir: unas escaleras que daban a la cabina de música y un corto pasillo frente a nosotros que conducía a una puerta de color rojo.

Debe estar allí...

De cinco zancadas llegué frente a la puerta. Medité por un segundo la idea de llamar con los nudillos, pero la descarté en seguida. ¿Qué iba a responder si me preguntaba quién andaba allí? Sin más puse la mano sobre la manija y la hice girar.

La escena con la cual me topé me subió la sangre al rostro al instante. Allí, dentro de ese mediocre camerino se encontraban Martijn y una chica de ojos grandes y cabello rizado. Ella ya sólo vestía su ropa interior y él ya se había desprendido de su camisa. Cuando escucharon el sonido de la puerta los dos se echaron para atrás y se volvieron para ver qué sucedía. Hubo unos cuantos segundos en silencio. Hasta que cogí valor otra vez y me dirigí a la chica con voz ecuánime.

-Sal de aquí.

Ella frunció el ceño.

-Pero por supuesto que no. ¿Tú quién te has creído que eres?-espetó ella caminando hacia mi indignada.

Miré por un instante a Martijn. Estaba pálido, tenía los ojos bien abiertos los cuales miraban al suelo, como si hubiese visto un fantasma y no pudiese creérselo, y respiraba agitadamente con la boca entreabierta. La chica ya estaba a punto de tocarme cuando sin más se me ocurrió sacar el revólver que llevaba atorado en el short de mezclilla. No le apunté, pero ella le clavó la mirada al arma. Dio un paso hacia atrás en seguida.

-Sólo vete.-volví a decir.-Y no vayas a decir nada. Ese hombre de allá afuera te va a estar vigilando.

En menos de un minuto la chica tomó su vestido y salió pitando de la habitación. Me sentí mal por haberla amedrentado, la verdad es que no era su culpa estar en el lugar y momento incorrectos, pero no me había quedado otra opción para que nos dejara a los dos solos.

-¿Puedes dejarme sola?-le pregunté al hombre de seguridad una vez más. Sorprendentemente esta vez accedió.

Cuando la puerta volvió a cerrarse me quedé mirando a Martijn sin saber qué hacer. Me temblaban las piernas y las manos y sentí ganas de vomitar. Sin embargo él no alzaba la vista y aquello acabó por impacientarme.

-Martijn...

-¿Qué haces aquí?-musitó con voz entrecortada.

-No sé.-reconocí nerviosa.

Por fin alzó el rostro y clavó su mirada en la mía.

-No debiste de entrar así.-prosiguió él.

-Eso ya no tiene importancia.

Él calló de nuevo y se acercó al tocador para recoger su camisa. Se la puso rápidamente y volvió a observarme con cautela desde el espejo.

-No pareces muy feliz de verme.-volvió a decir él cruzándose de brazos.

-Tú tampoco.

-Pues es que me has tomado por sorpresa. Además, ha sido muy vergonzoso y me he llevado un buen susto.-continuó con aire bastante molesto. De pronto pasó sus ojos hacia el arma.-¿Y eso?

-No le prestes atención.

-¡Que no le prete...!-se pasó la mano por el cabello, parecía que sus nervios colapsarían en cualquier momento y le daría una crisis.-¿Qué sucede contigo, Mar? Te presentas de la nada después de muchos años y amenazas a una pobre chica con un arma. ¡¿Cómo no quieres que me altere?!

Guardé el arma.

-Disculpa.-le dije.-No vengo a matar a nadie, por si eso te preocupa.

-Dejemos esto hasta aquí porque en serio me va a dar un infarto. No bromeo.-soltó un exhalo profundo.-Dame tu teléfono y yo te doy el mío. Prometo llamarte para quedar y hablar de lo que sea que... bueno, tú entiendes.

Asentí y en seguida intercambiamos aquella información. Cuando terminamos salí de allí sin siquiera despedirme y fui rumbo a la camioneta a paso veloz. Al llegar a la mansión otra vez subí a mi recámara y me lancé a la cama para volver a mirar al techo e intentar calmar mis nervios. Todo se había ido al carajo. No supe cuánto tiempo transcurrió hasta que sentí vibrar mi móvil. Lo cogí en seguida y tomé la llamada. Era Martijn.

-¿Mar?

-Sí.

-Perdón por ponerme así hace rato. En serio me asustaste.

-Yo también me espanté.

-Tuve que irme a mi casa en seguida, ¿sabes?-dijo él con voz angustiada.-Vomité un par de veces.

Hubo silencio aplomo por varios segundos.

-¿Puedo verte mañana?-preguntó él por último.

-Sí.

-Vivo en Mormugao. Te envío la ubicación exacta por mensaje. Llega a las tres, ¿vale? Y sin armas.

-Sí.

-Y, Mar...-musitó antes de colgar.-Estoy muy feliz de verte.

OH EME GE!!!!

Gracias por seguir leyendo!!!!

besos!

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