11 de marzo 2016

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Hola, primero que nada, gracias por seguir leyendo. Ahora bien, este capítulo es MUY largo porque básicamente es el pilar de la historia, así que pueden prepararse un café y comerse una galleta mientras lo leen. Besos, denle estreshita y comenten! :D

Tengo sólo unas horas para empacar mis cosas. Quizás debería de dormir, pero me resulta imposible por más que intente. Cada vez que cierro los ojos un terrible nerviosismo me sofoca.

He acabado por encender la lamparita de mesa que está sobre mi buró y mientras Anton duerme apaciblemente del otro lado de la cama, me he puesto a mirar a mi alrededor al tiempo que escucho su suave respiración. ¿Qué es toda esta vida construida en diez años?

No es nada. No significa absolutamente nada.

Un modesto apartamento, sin mayor decoración con muebles económicos de IKEA, algunos de ellos regalados por el mismo Anton para tener donde sentarse cuando viniera, de no ser así probablemente sólo tendría el colchón donde duermo y una mesita. En cuanto al trabajo, tampoco tiene nada de especial. Todas esas personas se resignarán a volver a hacer sus pendientes ellas mismas, francamente tampoco me necesitan.

Justo ahora me siento como una sombra, no la de un humano que va en dirección al norte subiendo hacia la cima de alguna cumbre, sino como la de un gato que vagabundea en algún sucio callejón antes de que amanezca. Quisiera llamar a Sophy, pero sé que duerme. Será por la mañana antes de marcharme. En cuanto a las maletas, prepararé una mañana. Sólo una. Con lo indispensable, unas cuantas mudas, mi cepillo de dientes, un peine y esta libreta magenta.

Por ahora, prefiero escribir lo que sucedió el día de ayer (ya que justo ahora acaban de dar las 00:01), cuando mi móvil vibró por la mañana.

Me había quedado dormida sobre el tapete de la sala, así que una vez que escuché la sorda vibración del móvil tardé unos cuantos segundos en incorporarme. Me dolía la espalda y sentía cada articulación crujir como las balatas congeladas de un automóvil viejo.

-¿Hola?-respondí a prisa.

-Mara, ya estoy afuera de tu edificio. ¿Puedes bajar?

-Acabo de despertar. Dame unos minutos para arreglarme un poco ¿vale? Mientras sube un segundo.

-Vale.

Colgué y me asomé por la ventana al instante. Descubrí a Anton adentrándose ya al edificio. Quité el pasador de la puerta y me metí al baño para darme una ducha. Mientras esperaba a que se entibiara el chorro que caía de la bañera me cepillé los dientes. Al cabo de un minuto escuché la puerta principal cerrarse. Con todo y el cepillo de dientes me metí a la ducha para ahorrar tiempo.

-Toc, toc...-dijo Anton abriendo un poco la puerta.

-¡Hola! Me alegra que estés aquí.- le dije con los ojos cerrados mientras enjuagaba mi cabello revuelto con espuma.-Es un alivio.

-Pero estás bien, ¿no? ¿No sucedió ya más nada anoche?

-Afortunadamente no. Me quedé aquí como me dijiste.- en ese momento asomé mi mano sostenido el cepillo de dientes que había terminado de utilizar. Él lo tomó y lo dejó sobre el lavabo.- Aun así, sigo intranquila.

-Comprendo. Yo estaría igual.

-¿Tienes idea de quién pueda ser? Como te dije ayer, era un sujeto joven de cabello negro y piel clara que conducía una Volvo negra.

-No me suena familiar.-reconoció el tras una breve pausa.

En realidad notaba un tono extraño en su voz desde ayer, pero no podía precisar bien la diferencia. Temí estar volviéndome loca.

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