Tim Bergling me observaba desde el otro extremo de su escritorio con aquella mirada serena y apacible que lo caracterizaba. Le había tenido que contar esa misma tarde lo que había descubierto al ver el video de la muerte de Anton. Por ende, él me había cuestionado de inmediato como era mi relación con Martijn antes y a últimas fechas y si podía ser potencialmente alguien peligroso para nuestra operación. Nuestra conversación se extendió por horas. Noté cómo desde la ventana, la poca luz que se lograba filtrar por las nubes, amainó lentamente hasta que cayó la noche. No había comido en todo el día, sin embargo tampoco tenía hambre. Un nudo en el estómago causado por la incertidumbre y el miedo me dejaban apenas digerir los sorbos de agua que bebía de vez en cuando sólo para no sentir la boca demasiado seca. Fue un diálogo muy abierto y claro. A Tim se le daba perfectamente escuchar a las personas con paciencia y me miraba con atención a cada momento.
Sin embargo, llegamos al punto en que el relato y la formulación de preguntas de su parte se agotaron y nos envolvió un pesado silencio. Nos mirábamos mutuamente sin establecer una conexión real, como si cada quien estuviera hundido en sus propias preocupaciones, pero intentando, de algún modo, ayudar al otro en su propio espacio.
De pronto mi móvil vibro dentro del bolsillo de mi pantalón. Di un respingo, me puse de pie y tomé la llamada.
-¿Hola?
-Ya estoy en el avión rumbo a Estambul.-dijo Martijn con aire de fastidio.
-Bien.-respondí.-Cuando llegues ahí me llamas de nuevo.
-Sí.
Ninguno de los dos se despidió y tras un segundo en silencio colgamos al mismo tiempo.
-¿Era Martijn?-inquirió Tim cuando volví a tomar asiento frente a su escritorio.
Asentí.
-¿Está bien?
Asentí de nuevo.
-Será mejor que se hospede temporalmente en un apartamento que tengo en el centro de Estocolmo. Hace mucho que nadie lo habita, pero con una buena limpieza y un par de muebles nuevos quedará bastante decente.-prosiguió Bergling seriamente.-Lo he estado pensando desde la tarde y creo que lo más conveniente es tenerlo cerca, pero no precisamente entre nosotros. Comprenderás que no puedo confiar en él, pero tampoco quiero que tú estés angustiada. Le pondremos seguridad, tanto para que nadie le haga daño, así como para que él no intente nada extraño.
-Estoy de acuerdo.-le dije.
No culpaba a Tim por desconfiar de Martijn. Era tan justificable y comprensible tanto así que no me encontraba siquiera en disposición de discutirle ninguna de sus condiciones. Se haría lo que él dijera tal y cómo quisiera. No podía ser de otra forma. Me sentía como una madre a la que la maestra de su hijo le comunica después de clases que su pequeño le ha estado lanzando piedras a sus compañeros y que ha herido a uno que otro. No era sólo vergüenza ajena, sino una especie de responsabilidad compartida.
-Pero estará bien. Eso te lo garantizo.-añadió Tim.-En cuanto a Verwest, no sé cómo proceder, ahora que me has compartido todo lo que sabes. Al igual que tú, pienso que algo se sale de la lógica. No concuerda. Creo que debemos de esperar y tratar de dejar que las cosas caigan por su propio peso. No obstante, y como bien lo sabes, tiempo es precisamente lo que no tengo. Puede ser que Verwest de indicios de vida mañana mismo, como puede que se esconda debajo del lodo por años. Acechando hasta que bajemos la guardia. Tiene mucho dinero y podría darse ese lujo si así lo deseara.
-A lo mejor alguien tendrá que ser la carnada, ¿no te parece?
Tim frunció el ceño.
-¿A qué te refieres?
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Quema las páginas
Ficțiune generalăHan transcurrido diez años desde que Mara decidió aislarse en un apartamento en los suburbios de Los Ángeles para llevar una vida de pequeños trabajos y modestos placeres. Sin embargo, al correr ya los últimos días de primavera llegará a su puerta u...