Capítulo 3

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Stiles colgó el teléfono tras una hora de llamada. Después de haberle asegurado a su padre que el hotel estaba bien, en el centro de la ciudad y lejos de los barrios poco recomendados. Que sí. Tenía seguridad las 24 horas del día, y había contratado la caja fuerte para guardar todo el dinero. Sí. También había guardado el pasaporte, mientras que llevaba a mano una copia, en el caso de que la necesitara. Y sí, tenía batería de sobra para poder llamarle en cualquier momento.

Cuando su padre estuvo satisfecho con todas las respuestas, y Stiles sentía que la oreja le ardía de lo mucho que se había calentado el teléfono, por fin colgó.

Lo siguiente que hizo fue encender el portátil, introducir la clave wifi del hotel, y acceder al mapa de la ciudad.

Central Park estaba a una media hora andando de su hotel. Aquello era una buena noticia.

La mala noticia, era que no estaba seguro de si allí encontraría algo.

Porque lo cierto era que nadie le había confirmado que las señales que los hombres lobos dejaban en ciertas zonas de la ciudad, para localizarse los unos a los otros en caso de peligro; eran cien por cien fiables. Tan sólo había recibido ciertas explicaciones barra historietas aburridas de Deaton, quien siempre estaba dispuesto a demostrar lo listo que era al resto del mundo.

Claro que, cuando Stiles acudió al veterinario queriendo saber más cosas de esas supuestas señales de localización, simplemente comentando que lo vio de pasada en Internet y que tenía curiosidad; eso no era del todo cierto.

Ni que era simple curiosidad lo que tenía, ni que lo vio de casualidad en la Wikipedia. Pues lo cierto es que lo descubrió tras horas leyendo los libros que Derek había dejado en su loft, y que desde entonces pasaron a formar parte de su lectura de cabecero.

Porque ese era el mayor inconveniente de aquel viaje. Que no podía limitarse a llegar a Nueva York y mandarle un mensaje a Derek en plan "Hey, estoy en Central Square, ¿te apetece que tomemos algo mientras charlamos?".

No. Definitivamente aquella no era la mejor alternativa, pues sólo podían pasar dos cosas: O que Derek no apareciera, o que lo hiciera para empotrarle contra un árbol y luego desaparecer de nuevo.

Así que no le quedaba otra alternativa que ser esta vez él el perro en busca de su hueso.

En serio, ¿por qué se cabreaba tanto Derek con los chistes de perros? Nunca pasaban de moda.

En fin. El caso era que tampoco quiso presentarse ante Deaton y pedirle que le ayudara a localizar a Derek y Cora en Nueva York. Más que nada porque no le daba la gana que Deaton supiera lo que tenía en mente... Por muy majo que fuera el hombre, y por mucho que les ayudó a encontrar a sus padres (si bien podía haber encontrado un método un poco menos peligroso, la verdad); no dejaba de ser alguien en quien Derek nunca terminó de confiar.

Y tal vez estuviera un poco influenciado por el hecho de que Stiles era el presidente del Club de fans de Derek Hale... Pero como que él tampoco confiaba mucho en el veterinario. Principalmente por su propensión a desaparecer y aparecer cuando le venía en gana, siempre soltando batallitas como si fuera el más liso de todos, y como si no hubiera gente muriendo por todos lados y ellos sólo fueran unos críos con ganas de salvar el mundo.

En fin.

Que Stiles no quería que Deaton lo supiera. Y por eso jugó la carta de "no tengo vida social, y conocer cualquier cosa sobre los hombres lobo es ahora mismo mi pasatiempo favorito".

Y así fue como, tras unas cuantas y horrorosamente largas charlas con el hombre, Stiles descubrió la existencia de ciertas marcas que, si se sabían buscar, estaban diseminadas por todas las ciudades. Marcas que las manadas de hombres lobo de esas ciudades, colocaban estratégicamente para que pudieran localizarles otros compañeros de especie.

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