Capítulo 37

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El Sheriff llegó junto al cuerpo de su hijo.

Arrodillándose a su lado, incorporó a Stiles. Sus ojos estaban cerrados, como si se encontrara sumido en un plácido sueño.

A unos metros de distancia, Derek no pudo tenerse en pie. Cayó al suelo y contempló la escena como si de una pesadilla se tratara. Quiso llegar a su lado, arrancarle de los brazos de su padre y notar el peso de su cuerpo, el calor de su piel, una última vez. Pero enseguida supo que no serviría de nada. Y que ni siquiera tenía derecho a ello. No cuando era su padre quien ahora lloraba desconsolado la muerte de un hijo.

Por un instante estuvo tentado de agudizar su oído para buscar el latido de su corazón. Pero sólo de saber que recibiría silencio a cambio, como prueba irrefutable de que se había ido para siempre, fue su corazón el que dejó de latir.

Derek sintió las lágrimas empapando sus mejillas, abrasándole la piel como sólo el acónito podría llegar a hacer.

En su mente, resonaron con fuerza las palabras de Stiles, al revivir el sueño que durante meses le persiguió.

Odiándose a sí mismo como creyó que ya no sería posible, Derek fue consciente de que había olvidado aquella parte del sueño.

La única que no había terminado de cumplirse.

El resto sí que lo hizo. Tan exacto como si de un guión ensayado se tratara: Stiles paralizado dentro del agua, ahogándose. Derek salvándole en el último instante, como el ancla a la que siempre pudo aferrarse. El nuevo Nemeton, exactamente donde Stiles dijo que estaría, cubierto por la sangre de sus víctimas...

Pero pasó por alto el último detalle.

El dolor que Stiles siempre sentía cuando, en sus visiones, tocaba el Nemeton. Un dolor intenso en el pecho. Un dolor que era como si le traspasara el corazón.

El Alfa se llevó las manos a la cabeza, furioso consigo mismo. Tendría que haberse dado cuenta de que nada era casual. Y que si todo lo demás se cumplió, de forma literal, por qué la parte del corazón no habría de hacerlo.

Pero por encima de todo, la rabia nacía de la promesa que Stiles le hizo.

Una promesa que, menos de 24 horas después, había roto.

- Me lo prometiste – susurró para sí, contemplando el cuerpo del chico, apenas visible entre los brazos de su padre y su mejor amigo – Me lo prometiste.

**********

24 HORAS ANTES

Derek seguía en la cama de Stiles. Todavía era noche cerrada, y aún le quedaban unas cuantas horas de calma. De poder disfrutar de aquel momento, seguro y en los brazos de Stiles.

En menos de 24 horas estarían enfrentándose de nuevo a Jennifer, Julia o Darach. El nombre era lo de menos. Lo único importante era que tenían que pararla de nuevo. Evitar que realizara el último sacrificio, y se convirtiera en uno de los seres más poderosos de la tierra. Un ser que mataría a todos los hombres lobo, obsesionada por cumplir su venganza.

- ¿Estás asustado?

Derek giró el cuello a su izquierda, y se perdió en los ojos marrones de Stiles. Pese a que era más que tarde, los tenía muy abiertos y llenos de vida.

Aunque también había preocupación en ellos.

Tratando de calmarle para conseguir que durmiera un poco, Derek se tumbó de lado y acarició el pecho desnudo del adolescente.

- No.

- ¿Seguro?

- ¿Te sentirías mejor si te dijera que sí? – preguntó con una leve sonrisa, alzando una ceja.

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