Capítulo 4

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Cuando Stiles despertó, lo hizo con un terrible dolor de cabeza.

Recordó sentir algo similar cuando Erica le golpeó con el carburador de su coche para dejarle inconsciente, y no pudo evitar pensar que los hombres lobos tenían un desagradable sentido del humor.

Estaba a punto de decirlo en voz alta, cuando captó por el rabillo del ojo que no estaba solo.

A un metro de distancia de la cama donde estaba tumbado, había un hombre. Cercano a la treintena, castaño y con el pelo un poco más corto que él, podría sacarle fácilmente dos cabezas de altura. Vestía unos simples vaqueros, y una camiseta blanca sin ningún tipo de dibujo. Y tanto una prenda como otra, parecían estar a punto de estallar dado lo musculoso que era.

Pero la magnífica musculatura de aquel desconocido no fue la que hizo que Stiles tragara con dificultad. Fue el modo en que le estaba mirando fijamente, con los ojos entrecerrados y los colmillos bien visibles.

Nunca le había resultado tan evidente que no era bien recibido.

Stiles miró a su alrededor, dándose cuenta de que estaba en lo que parecía más una celda. Era una habitación muy pequeña, de apenas dos metros por cuatro, amueblada con una simple cama y una silla pegada a la pared. No había ninguna ventana, y la única puerta estaba justo detrás de aquella montaña humana que aún no había dicho nada. Que sólo se había limitado a mirarle con cara de querer arrancarle la garganta con los dientes.

Algo con lo que ya había sido amenazado en más de una ocasión, pero que hasta ahora no había creído que fuera a ocurrir de verdad.

Estaba a punto de ponerse de rodillas, suplicándole que por favor no le matara, cuando entró alguien más en la habitación.

Era el chico de color que conoció (o no conoció) en el Central Park. Entonces le había parecido alguien muy serio, casi antipático. Pero al lado de Mr. Asesino, se dio cuenta de que era la persona más agradable del mundo.

Sobre todo cuando vino para sustituir a dicho Mr. Asesino, y de paso darle la mejor noticia del mundo.

- Hale ya ha llegado – anunció el chico al otro hombre.

El hombre no dijo nada. Se limitó a gruñir, lanzando una más que evidente mirada asesina a Stiles, antes de salir de la habitación dando un sonoro portazo.

Menos mal que la puerta era de metal...

Cinco segundos más tarde, el chico de color se marchó sin decir nada (qué raro), y dejó la puerta abierta para que entrara Derek.

Y cuando lo hizo, Stiles sufrió un micro infarto.

Algo que en teoría ya no debería pasarle, porque en teoría Stiles ya debería estar acostumbrado a ver a Derek. Y pese a que hacía cinco meses que, técnicamente, no le veía, para entonces ya se había aprendido su cuerpo de memoria. Y era imposible que le volviera a dejar sin respiración, como le ocurrió las cien primeras veces que le vio.

Pero estaba claro que se había equivocado.

Puede que por el hecho de pensar que cinco meses de ausencia era suficiente para dejar de ser inmune al efecto Hale, o por pensar que a estas alturas ya no había nada de él que pudiera sorprenderle.

Pero el caso es que, ahora mismo, Derek estaba logrando que volviera a convertirse en ese crío fácilmente impresionable que parecía que nunca había salido de su pueblo. Y sí, técnicamente eso es lo que era... Pero, la verdad, lo que ahora mismo tenía frente a él era algo que impresionaría a cualquier ser humano... Corrección: Hasta las rocas temblarían al ver algo así.

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