2. Estos perros están locos

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Cuando conseguimos bajar, me aferré a Anton con tanta fuerza que su olor a coco penetró en mis fosas nasales.

—Creo que le toqué el trasero a alguien por accidente —dije. Mis ojos estaban entrecerrados y la nariz arrugada—. Estaba flácido. 

—Qué irrespetuoso de tu parte juzgar a alguien por el estado de su trasero. 

Anton rio y pasó una mano por mi espalda para ayudarme a caminar. Gesto que me tranquilizó.

Había estado esperando este momento por meses, tal vez años, y estaba lo suficientemente nerviosa como para tener un ataque de pánico, y no en la disco.

Este era el campus de la universidad, donde viviría los próximos cinco años, y tenía a mi mejor amigo acompañándome para asegurarse de que no hiciera ninguna estupidez hasta que llegara a mi cuarto.

Menudo mal trabajo estaba haciendo.

—Este lugar es el paraíso de las rayitas —dije mientras cruzábamos la plaza principal que daba al edificio de administración—. Seis manzanas de estudiantes universitarios, bares, restaurantes y clubs por todos lados, y... ¿y ya viste las canchas? Debería ir a visitarlas. Estoy segura de que los chicos entrenan sin camisetas.

《Perdóname, Dios》.

—Y las chicas —siguió él, emocionado—. Mi gusto culposo son las porristas ¿No te gustaría ser una, por casualidad? —Preguntó, pegando mi cuerpo más al suyo—. Así tendré una excusa para ir a verlas entrenar cuando venga a visitarte.

—Deja a las porristas entrenar en paz. —Lo empujé para aportarlo—. Acosar es de mala educación. 

—Mira quién habla de mala educación, señorita "Me perdí en tus ojos color cielo" —se burló.

Simulé taparme los oídos con las manos.

—Basta. No me lo recuerdes. —Me destapé los oídos y lo miré de reojo—. No te pongas de novio con una porrista. Siempre son las malas en los libros —Le señalé el icon de la app de Wattpad en mi tableta—. ¿Y si me hace bullying?

—Hablando de prejuicios. —Con un solo movimiento del brazo que tenía libre me quitó la tableta por arriba y la mochila que yo llevaba al hombro—. ¿Sabes? Cuando la gente dice «sé el protagonista de tu propia historia», por lo general no esperan que te lo tomes tan a lo literal. Y mucho menos cuando es un fanfic de rayita ¿Esperas encontrarte a Aegan en tu clase o qué?

—Esto no es Tagus —contesté apenada.

No podía evitar hacer ese tipo de comparaciones constantemente entre las similitudes y diferencias que tenían mi vida y la de las protagonistas de mis novelas favoritas. Pasé toda mi adolescencia leyendo ese tipo de libros y deseaba tener una vida así. Que de un día para el otro sucediera un acontecimiento inusual y desde entonces se desencadenaran montones de situaciones bizarras.

Quería que me sucediera eso, que mi vida se volviera tan interesante como las de ellas, y la universidad era la oportunidad perfecta.

No me interesaba que Anton creyera que era una tonta. Él pronto publicaría su primer disco y MTV acababa de firmar permisos para publicar sus videos en el canal. Su vida estaba por ser más interesante de lo que ya era desde que nos conocimos.

No como yo, simple mortal que debe estudiar para ganarse la vida.

—Podrías salir con tu profesor, entonces —sugirió el muchacho, siempre aportando las mejores ideas—. Eso sería emocionante.

Todo por el clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora