El mundo a mi alrededor estalló.
Empujé a Anton de inmediato mientras oía los aplausos que celebraban nuestro beso. El salón se llenó de las pequeñas luces titilantes de las cámaras. Estaban por donde mirara y no había forma de evitarlas.
—Lo siento, Jodie. Tenía que salir de un apuro...
—¿Qué has hecho?
Anton me miró con una mezcla de preocupación y pena. Los clicks de las cámaras me ponían nerviosa y no podía pensar con claridad. De haber sido otra situación, habría estado confundida, pero el lugar estaba lleno de personas y yo ya había entrando en pánico en la disco.
Lo habría ayudado.
Si él tan sólo me hubiera avisado, yo lo habría hecho. Pero ¿Besarme así, delante de tanta gente y sin avisarme? No estaba lista para toda esa repentina atención.
—Eres un idiota.
Me di vuelta y comencé a alejarme. Las personas intentaban detenerme para hablar mientras pasaba entre ellos y daba empujones. Luego de un rato, algunos comenzaron a insultarme y otros se apartaban apenas me veían.
Me sentía sofocada, con todos mirándome y preguntándome cosas. La salida de emergencia parecía estar a kilómetros de distancia y el tiempo que tardé en llegar se me hizo eterno.
Pero una vez que lo hice, me lancé sobre la puerta. Lo primero que sentí una vez que salí fue el olor a desperdicio, seguido del frío y el alivio. Apoyé la espalda en la sucia pared e intenté calmarme.
—Ah, ese idiota.
Me pasé las manos por el rostro.
—No lo has tomado muy bien ¿Cierto? —preguntó alguien a unos metros.
—¿Te dicen Einstein? —respondí de inmediato, antes de detenerme a pensar.
Entonces reparé en que estaba fuera del salón, en la parte trasera que no daba a la avenida, donde no había ni camarógrafos, ni autos, ni tipos de seguridad.
Giré la cabeza con una velocidad que pudo haberme desnucado y casi solté una risa de alivio al ver a Brett, el baterista de Anton, apoyado en la pared a mi derecha.
Llevaba una camisa bien abotonada y su cabello se veía igual de alborotado que siempre. En una de sus manos sostenía una soda abierta.
—¿Qué haces aquí? Me has asustado.
—Lo mismo que tú —respondió—: Huyendo de las cámaras.
Ni siquiera me había dado cuenta de que él había estado allí. Hablábamos tan poco cuando iba a los ensayos y no estaba segura de que tuviéramos temas en común. Para él era tan fácil conversar con los demás que casi nunca era capaz de encontrarlo solo.
Pero allí estaba, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones y la mirada puesta en sus pies. Era la primera vez que lo encontraba tan quieto. Seguía teniendo ese aire aniñado con el que siempre lo había visto, pero más apagado.
Así que él era el miembro de la banda con el que Anton se había liado en una fiesta.
—Odio las cámaras —me justifiqué—. Brett, nunca dejes que Anton te meta en sus líos.
Lo dije medio en broma. Esperaba una risa como respuesta, pero lo único que recibí fue una mueca.
—Tarde —antes de que pudiera preguntarle, volvió a hablar—. ¿Hace eso siempre?
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Todo por el cliché
Novela JuvenilJodie acaba de entrar a la universidad con sólo una cosa en mente: cumplir su lista de clichés para ser la mejor protagonista de wattpad. Y graduarse, claro. -.-.-.-.-. Jodie tiene una doble vida, como Hannah Montana, y de día es estudiante, pero de...